Capitulo 157

30 5 1
                                    

Pablo

Rodrigo me miró con esos ojos que siempre lograban hacerme perder la cabeza

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Rodrigo me miró con esos ojos que siempre lograban hacerme perder la cabeza. Su voz era un susurro contra mi piel, sus dedos trazaban líneas invisibles sobre mi pecho, y su respiración era suave, pero cargada de deseo.

Lo abracé con fuerza, sintiendo su cuerpo pegado al mío. Besé su frente, su nariz, y luego sus labios, saboreando la calidez de su boca.

—Te necesito… —murmuró contra mis labios, con esa voz temblorosa que me volvía loco.

Sonreí contra su piel y dejé un beso en su cuello.

—Siempre estoy aquí para ti, amor.

En ese momento, el calor que sentía no tenía nada que ver con el agua. Era él. Siempre era él.

Rodrigo me miró fijamente antes de acortar la distancia entre nosotros y besarme con intensidad. Su lengua exploró mi boca con desesperación, como si quisiera fundirse conmigo en ese momento.

Mis manos se deslizaron por su espalda, sintiendo cada músculo tensarse bajo mi toque. Nada podía compararse con el calor de su cuerpo pegado al mío.

Le devolví el beso con la misma pasión, enredando mis dedos en su cabello. Rodrigo gimió suavemente contra mis labios, y ese sonido me hizo sonreír.

—¿Sabes cuánto te amo? —susurré, apoyando mi frente contra la suya.

—Dímelo otra vez… —susurró, con una sonrisa traviesa en los labios.

—Te amo, Rorro. Te amo más de lo que las palabras pueden explicar.

Nos quedamos así, disfrutando de nuestra cercanía, sabiendo que no necesitábamos nada más.

Rodrigo se acomodó sobre mí, su piel caliente rozando la mía, y nuestros cuerpos encajaron perfectamente, como si estuvieran hechos el uno para el otro. Se movió lentamente, con una suavidad que me hizo estremecer.

Mis manos recorrieron su espalda, sintiendo cada curva, cada músculo tensarse bajo mis caricias. Nuestros labios se encontraron de nuevo, y el beso fue profundo, lleno de emociones que las palabras no podían expresar.

Cada roce, cada mirada, cada susurro entre nosotros era una promesa silenciosa de amor, de entrega.

—Pablo… —murmuró Rodrigo contra mi oído, con su voz cargada de emoción.

—Estoy aquí, amor —respondí, abrazándolo con más fuerza, asegurándome de que sintiera cuánto lo amaba.

En ese momento, no existía nada más. Solo él y yo, juntos, perdidos en nuestro propio mundo.

Salimos de nuestra habitación y Rodrigo se fue a la habitación de Matías, con lágrimas en los ojos. Le siguió el maltipoo.

—Ya no me tocas, Pablo. No te acuestas conmigo...

El efecto [Pablo Barrios X Rodrigo Riquelme]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora