-Lo que no logró
comprender es porque
no dices nada. J*der, Rodrigo. Acabo de
decirte que me gustas y tú
estas como un tonto
sonriendo.
-Si prefieres me quedo
callado
-No, haber, al menos responde.
Que me siento como un idiota
-Vale, pues no re...
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—¿Quieres ser mi novio, Rodrigo Riquelme Reche? —pregunta y siento como mi corazón se detiene ante esa pregunta.
«¿Quieres ser mi novio?» 4 palabras en una sola frase y Pablo Barrios consiguió que mi corazón dejará de latir en ese momento.
Asenti varias veces tratando de que no cayeran lágrimas de mis ojos, pero era casi imposible porque ya me encontraba derramándolas.
—¿Si? —pregunta.
—Si, Pablo, si.
—¿Pero de verdad?
—Si
—¿De verdad, de verdad...?
—¡Que si, Pablo!
No me hice de esperar y puse mis manos en sus hombros, me eché hacia delante y mis labios encontraron los suyos en un beso brusco y sexual.
Nuestros labios se movían en perfecta sincronía, creando una melodía perfecta para los dos. Aproveche y meti mi lengua entre sus labios deseando saborear su boca. Mi lengua se hundió en su cavidad bucal y solté un gemido de placer ante la idea de que porfin podría besarle como me diera la gana y cuando me diera la gana.
Pablo, acercó sus manos temblorosas a mi cuerpo. Lascolocó suavemente en mis caderas y después las movió para bajarlas hasta mi trasero y apretarlo con fuerza, un gemido escapo de mi boca ante su apretón.
—Me encanta tu culo, es mi perdición. —suelta y yo me echo a reír.
—Eres un pervertido.
—Y te encanta.
Me dio un último apretón en el culo y después me dio una nalgada, solté un grito sorprendido y le mire mal.
—Perdón, no aguante la tentación. —dice y yo sonrió.
—Eres un impaciente. —respondi, con una sonrisa tonta en los labios.
Él se alzó de hombros y me dedico una sonrisa de lado haciendo que mi corazón se acelerase a mil por hora.
—¿Has venido solo exclusivamente para pedirme que sea tu novio o hay algo más? —pregunte, me hice a un lado para que entrará en mi casa y eso hizo.
No sabía que iba a pasar en este momento ahora que Pablo y yo éramos novios, pero de lo que estaba seguro era de que por una vez en toda mi vida me sentí contento de que mis padres no estuvieran en casa.
—Pues... he venido para poder hablar contigo las cosas. Pero cuando me has abierto la puerta no he podido evitar besarte desesperadamente.
—Que privilegio.
—¿Privilegio? Privilegio es poder tocarnos siempre que queramos ahora mismo. —sonreí inocentemente.
—Eso ha sonado muy excitante, Pablo Barrios Rivas. —me mordi el labio inferior.