-Lo que no logró
comprender es porque
no dices nada. J*der, Rodrigo. Acabo de
decirte que me gustas y tú
estas como un tonto
sonriendo.
-Si prefieres me quedo
callado
-No, haber, al menos responde.
Que me siento como un idiota
-Vale, pues no re...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El Atlético de Madrid acababa de ganar 1-0 frente al R. C. D. Mallorca, había sido un gol de Julián Álvarez. Yo había salido de titular junto a Pablo, pero me cambiaron 5 minutos antes del final de la segunda parte.
Había tenido una ocasión en la que podría haberle pasado el balón a Correa, pero yo había tirado el balón y el portero se lo había parado.
—Oye —dice Pablo saliendo de mi interior—. ¿Estas bien? —pregunta.
Asenti varias veces y mire hacia otro lado.
—Si, perdona...
—Algo te pasa, Rodrigo. —acaricia mi mejilla—. Y quiero que sepas que me puedes contar lo que sea, ¿vale? No tienes porque guardartelo todo para ti. No es bueno.
—Te amo, Pablo. —cerré mis ojos y le abrace con fuerza.
—Y yo... —siento como vuelve a introducirse dentro de mi—. Ahora mantén la mente en blanco y piensa en nuestros cuerpos.
Él empezó a entrar y a salir de mi interior suavemente, abriendo mis paredes poco a poco. Podía sentir cada centímetro de él dentro de mi y eso me hizo retorcerme de placer.
—Si, asi... —gruñe y se agarra a mis caderas—. ¿Quieres que vaya más rápido?
—Si, porfavor...
Él empezó a mover sus caderas con más rápidez, entrando y saliendo mientras que en la habitación se escuchaba el sonido de nuestros cuerpos entrelazados.
—Te amo. —susurra.
—Te amo, Pablo. —respondi, escondí mi rostro en su cuello y empecé a dejar besos húmedos por su piel.
Mientras que él embestia yo me aseguraba de darle placer chupando su cuello suavemente.
Me deje llevar por el estrés y por la rabia que me daba haber visto lo que había dicho el entrenador sobre mi y succione la piel del cuello de Pablo.
—Agh~ Rodrigo... —gruñe.
—Perdona...
—Nunca pidas perdón por besar tan bien.
Los dos nos encontrábamos totalmente estirados sobre la cama, giramos nuestras cabezas y nos reímos al ver nuestros rostros completamente rojos y sudorosos.
—¿Ha estado bien, no? —pregunta, solté otra risa y asenti.
—Pablo, hacer el amor contigo siempre está bien. —respondo.
Me levante de la cama, la rodee y pude sentir como algo se deslizaba por mis muslos, eso me hizo tener un escalofrío.
—Que no se te suba a la cabeza, Barrios. —entre en el baño y me eche a reír.