-Lo que no logró
comprender es porque
no dices nada. J*der, Rodrigo. Acabo de
decirte que me gustas y tú
estas como un tonto
sonriendo.
-Si prefieres me quedo
callado
-No, haber, al menos responde.
Que me siento como un idiota
-Vale, pues no re...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Me mordí el labio inferior mientras veía como Pablo se quitaba la camiseta, ¿porque tenía que estar tan bueno este hombre?
Mi mirada bajo entre sus piernas y cuando alcé mi vista le vi con su sonrisa ladeada.
-Tengo los ojos aquí arriba no entre las piernas. -dice.
Intenté no sonrojarme, pero sentí cómo el calor subía hasta mis mejillas. Apreté los labios y desvié la mirada, aunque sabía que ya era demasiado tarde. Pablo no iba a dejarlo pasar.
-No te des tanta importancia, Barrios -respondí al fin, cruzando los brazos sobre el pecho como si eso fuera a darme alguna ventaja en esta batalla.
Él soltó una carcajada baja, esa que siempre lograba desarmarme, y se acercó un par de pasos.
-No es cuestión de importancia, Rodri. Es cuestión de evidencia. Te he pillado.
-¿Pillado qué? -repliqué, aunque mi tono salió más agudo de lo que me gustaría.
Pablo arqueó una ceja, divertido, y se inclinó lo suficiente como para que nuestros rostros quedaran a escasos centímetros. Podía sentir su aliento cálido y la forma en que me observaba, como si pudiera ver a través de todas mis defensas.
-Que te mueres de ganas, pero no lo quieres admitir.
Rodé los ojos, aunque mi corazón latía como loco.
-Tienes un ego que no te cabe en el cuerpo -gruñí, intentando apartarlo, pero él era más rápido.
De un movimiento, apoyó su mano en la pared detrás de mí, encerrándome con su cuerpo. Ahora no tenía escapatoria.
-Rodri, mírame a los ojos y dime que no te gusto. Hazlo y me alejo.
Me quedé en silencio, incapaz de responder. Sabía que si decía algo, mi voz me traicionaría.
-Eso pensaba -dijo en voz baja, su tono cargado de seguridad.
Sin previo aviso, rozó mis labios con los suyos, apenas un toque, suficiente para hacer que mi resistencia se desmoronara. Antes de que pudiera pensarlo dos veces, lo atraje hacia mí, besándolo con una mezcla de frustración y deseo que había estado reprimiendo durante demasiado tiempo.
Sus manos bajaron por mi cintura, atrayéndome más hacia él mientras el beso se volvía más intenso, más urgente. Cuando nos separamos, ambos estábamos sin aliento.
-¿Sabes qué es lo peor de todo? -pregunté, con una media sonrisa.
-Sorpréndeme -respondió, su voz ronca.
-Que tienes razón... y lo odio.
Pablo soltó una carcajada, esa que me volvía loco, y me besó de nuevo, como si eso fuera lo único que importara en el mundo en ese momento.