Capitulo 68

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Rodrigo

—Deja de mirarme la entrepierna, Rodrigo Riquelme Reche

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—Deja de mirarme la entrepierna, Rodrigo Riquelme Reche.

Levanté la mirada de golpe, sintiendo cómo el calor subía a mis mejillas. Pablo me miraba con una sonrisa de medio lado, claramente disfrutando del momento.

—¿Qué? No estaba… —intenté defenderme, aunque sabía que mi tono me traicionaba.

—Claro que no —respondió él, burlón, mientras cruzaba los brazos sobre el pecho y se apoyaba en la encimera de la cocina—. Pero si quieres algo, podrías simplemente pedirlo.

Rodé los ojos, intentando disimular mi incomodidad, aunque sabía que él ya me había atrapado.

—Deja de ser tan creído, Barrios. Solo estaba… distraído.

—¿Distraído mirando justo ahí? —replicó, levantando una ceja y dejando salir una carcajada que llenó toda la cocina.

Suspiré, cruzándome de brazos y apoyándome en la puerta.

—¿Te importa dejarme en paz? No es mi culpa que te pongas esos pantalones que parecen pintados en ti.

Eso lo hizo reír aún más, pero al menos logré que desviara la mirada por un momento. Me giré hacia el frigorífico, fingiendo buscar algo, aunque en realidad estaba intentando calmarme. Pablo siempre sabía cómo ponerme nervioso, y lo peor era que lo disfrutaba.

—¿Sabes qué? —dijo finalmente, acercándose con pasos lentos, casi estudiados—. Me encanta que te pongas así.

—¿Así cómo? —pregunté, girándome para enfrentarlo, aunque mi tono salió más defensivo de lo que quería.

—Así de… nervioso. —Sonrió y se inclinó un poco hacia mí, acortando la distancia entre nosotros.

Lo miré, intentando mantener la compostura, pero esa sonrisa suya siempre tenía el poder de desarmarme.

—No estoy nervioso —respondí, intentando sonar convincente.

—Claro que no —murmuró, su voz más baja ahora, mientras sus ojos seguían fijos en los míos—. Pero si te sirve de consuelo, también me cuesta no mirarte.

Mis ojos se abrieron ligeramente, sorprendido por su confesión, aunque el tono casual con el que lo dijo me hizo dudar si estaba siendo sincero o solo jugaba conmigo otra vez.

—¿En serio? —pregunté, medio incrédulo.

Pablo asintió, su sonrisa suavizándose mientras levantaba una mano para rozar mi mejilla con sus dedos.

—Claro que sí, Rorro. ¿Quién podría resistirse a mirarte?

Sentí cómo mi corazón se aceleraba, y por un segundo, olvidé todas las veces que me había puesto nervioso antes. Solo éramos él y yo, en ese momento, compartiendo algo más allá de las palabras.

El efecto [Pablo Barrios X Rodrigo Riquelme]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora