capitulo 87

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Pablo

A la mañana siguiente, desperté con la luz suave del amanecer filtrándose por las cortinas

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A la mañana siguiente, desperté con la luz suave del amanecer filtrándose por las cortinas. Rodrigo dormía a mi lado, con el rostro tranquilo y su brazo todavía rodeando mi cintura, como si incluso en sueños quisiera asegurarse de que estaba cerca. Me quedé observándolo por un momento, permitiéndome disfrutar de esa calma que solo él podía traer.

No había prisa por levantarse, pero sabía que, eventualmente, el día nos alcanzaría. Habíamos planeado explorar algunos barrios de Manhattan que aún no habíamos visitado, y aunque la idea era emocionante, una parte de mí quería quedarse en esa cama, en ese momento, para siempre.

Con cuidado, me deslicé fuera de su abrazo y me levanté, asegurándome de no despertarlo. Me puse una sudadera y fui a la cocina para preparar café. Mientras el aroma comenzaba a llenar el apartamento, me senté en la barra, repasando mentalmente los últimos días. Todo había sido perfecto, desde las risas con Marta y Claudia hasta nuestras caminatas por Central Park. Pero lo mejor de todo había sido la sensación de pertenecer.

Rodrigo apareció poco después, con el cabello despeinado y un brillo de sueño en sus ojos. Llevaba solo un pantalón de pijama, y aunque intentaba aparentar estar despierto, sus movimientos lentos lo delataban.

—Buenos días, dormilón —dije, ofreciéndole una taza de café.

Él murmuró algo ininteligible antes de aceptar la taza y sentarse frente a mí.

—¿Cómo puedes estar tan despierto a esta hora? —preguntó, su voz aún rasposa por el sueño.

—Alguien tiene que encargarse de que tengas café caliente cuando despiertes.

Rodrigo sonrió, esa sonrisa que siempre lograba hacerme sentir como si todo en el mundo estuviera bien.

—Eres un santo.

—Lo sé.

Nos quedamos así por un rato, disfrutando del café y del silencio cómodo que compartíamos. Pero entonces Rodrigo dejó su taza en la barra y me miró con una expresión que conocía bien.

—¿Qué tal si cambiamos los planes? —preguntó, inclinándose hacia mí.

—¿Qué tienes en mente?

—Nada complicado. Algo más relajado. Podríamos pasar el día aquí, cocinar algo juntos, mirar otra película…

Su propuesta me tomó por sorpresa, pero no pude evitar sonreír.

—¿Estás seguro? Pensé que querías recorrer toda la ciudad.

Rodrigo se encogió de hombros, acercándose aún más.

—Eso puede esperar. Hoy quiero disfrutar de ti.

Y así fue como decidimos que ese día sería solo para nosotros. Cocinamos un desayuno tardío, poniendo música de fondo mientras nos reíamos de nuestras torpezas en la cocina. Después, nos acurrucamos en el sofá, viendo cualquier cosa que encontráramos en la televisión y hablando de planes futuros.

El efecto [Pablo Barrios X Rodrigo Riquelme]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora