Empezaba a cansarme de que todos me repasaran de arriba a abajo cada vez que pasaba por pura curiosidad, por ser nueva, porque empezaba mi primer día yendo al despacho de la directora o a saber por qué, pero sabía que empezaba a molestarme y quería que dejaran de hacerlo de inmediato.
No llevaba ni un día en ese centro y no aguantaba más, casi lo odiaba, no me gustaba y quería volver a Roma, al instituto al que había ido toda la vida.
Llegué a la mesa donde estaban mis compañeras de habitación y mi plato de espaguetis vacío y me senté con un resoplido que ellas captaron.
- ¿Qué te ha dicho Bianca? -Oly había calmado su hambre por fin y ya era capaz de hablar con alguien sin tener una especie de ansiedad por comer. ¿Dónde metía todo lo que comía? Estaba demasiado delgada.
- Me ha castigado a mí y al anormal ese. Dice que tenemos que quedarnos cuando todos los alumnos os vayáis a los dormitorios para limpiar el comedor entero y fregar los platos y cubiertos -las dos ahogaron un grito. No podían creérselo y en cierto modo, yo tampoco-. Bonita primera noche voy a pasar.
- El anormal ese es Oliver Ferrara. Todas las niñatas van detrás de él como si fueran perritas falderas, aunque ahora que lo pienso, son perras -Alessia rió ante su simple broma-. Todo el mundo lo respeta. No entiendo por qué, es un gilipollas de los pies a la cabeza pero parece tener el respeto de todo el centro, todo el mundo le tiene una mezcla de miedo e impresión.
- Como si es el mismísimo Papa del Vaticano o Barack Obama, si ese tío intenta joderme, tened por seguro que pienso destruirle cueste lo que me cueste.
Las dos levantaron sus vasos de agua y brindaron por mí y por mi promesa. Estaba decidida a hacer lo que sea para bajar a aquel inútil de su mundo de color de rosa donde todos le temen. Bien, pues por fin había llegado alguien que le iba a poner los pies sobre la tierra.
Una hora después, a las diez de la noche los profesores anunciaron el final de la cena y pidieron a todos los alumnos que volvieran a sus dormitorios, quien quisiera ir al baño podía hacerlo.
- Lombardo y Ferrara quedaros aquí. Enseguida vendrá la limpiadora -el profesor Carlo, el que anteriormente nos había llevado al despacho de Bianca nos sonrió con superioridad y salió último del enorme comedor, dejándonos solos a Oliver y a mí.
Oliver se había lavado y ahora su camiseta era negra de manga corta. Notaba que me miraba con odio, rencor y asco. Bueno, no me podía quejar porque yo lo miraba de la misma forma.
- No me mires así -dijo como si tuviera derecho a darme órdenes.
Solté una risotada, me crucé de brazos y levanté mi mentón. Si él pensaba ser chulo, yo sería mucho más chula.
- ¿O si no, qué?
En dos grandes zancadas se situó enfrente de mí. Era más alto que yo y tenía que levantar la cabeza para mirarlo a los ojos. Era un detalle estúpido pero me molestó porque notaba cómo me miraba desde arriba recordándome que era más alto que yo y por lo tanto, mejor.
Dio un paso más hacia mí de manera que estaba prácticamente pegado a mí y me resultó muy incómodo. Era como si no soportaba estar cerca de él, como si me repeliera.
- Créeme si te digo que puedo hacerte la vida imposible. Es mejor que no me vaciles, niña -alzó la mano derecha y con ella me agarró la mandíbula.
Le dí un manotazo y alejé su mano de mi piel. No soportaba el contacto con él.
- No me conoces, pero yo sí me conozco así que te aseguro que si tú eres capaz de hacer eso, yo soy capaz de mucho más, puedo ser un verdadero demonio. No te recomiendo que me molestes -le mostré la sonrisa más falsa que pude y negó con la cabeza.
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Merece la pena odiarte
Teen Fiction¿Qué pasaría si se juntase el fuego con el hielo? ¿la vida y la muerte? Lo mismo que si juntas a Edith Lombardo con Oliver Ferrara, su enemigo desde el primer día en el internado Ancora. Ella es una italiana dura, fría, casi sin sentimientos y harta...