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Un mes y medio después.

Cuando quise darme cuenta, había pasado un mes y medio y ya estábamos a mediados de Noviembre. Pronto iban a ser los exámenes finales y las vacaciones. Volvería a casa aunque probablemente iría uno o dos días y luego volvería al internado. No se me había perdido nada por ahí ya que mis padres parecían no acordarse de que tenían una hija en otra ciudad de Italia.

Sólo hablé con ellos dos veces más y en las dos fui yo la que llamaba. Eran conversaciones en las que se notaba su incomodidad y lo ocupados que estaban. Me hablaban de los problemas de Pietro en el colegio y decían lo mucho que me echaban de menos. Lógicamente, no me creía ni una palabra.

Me acostumbré a los pasillos y a las enormes salas del centro y poco a poco me lo aprendí de memoria. Las clases empezaban a ser pesadas por la cantidad de exámenes que los profesores ponían.

El primer lunes después de aquel fin de semana apoteósico, Filippo me pidió al final de la clase que me quedara unos minutos y así hice. Tenía miedo y vergüenza. Seguía sin creerme lo que pasó entre los dos. Afortunadamente, me dijo que lo dejásemos estar y que lo olvidáramos. Hicimos como si no hubiese pasado nada aunque cada vez que lo veía los colores me subían y él seguía sonriéndome y echándome miraditas durante las clases de educación física cuando creía que yo no me daba cuenta.

Sólo quería que no volviera a pasar nada parecido.

Oficialmente, Oly estaba saliendo con Dante y se demostraban el amor y la pasión que se tenían delante de todo el mundo, por los pasillos y cuando podían, se colaban en las habitaciones del otro para estar juntos. Se notaba que se querían y aunque Oly me decía que sólo se tenían mucho cariño, Alessia y yo notábamos cómo se miraban y cómo se echaban de menos a los cinco minutos de despedirse. Eran demasiado empalagosos y ñoños. Insoportables.

Alessia se encerraba la mayoría de las tardes en la biblioteca del internado para estudiar y se pegaba desde por la tarde hasta la hora de cenar. Casi no la veíamos, pero decía que quería aprobar el último año sí o sí. Se quería graduar y quería ir a una buena universidad para estudiar medicina.

Contra todo pronóstico, mis dos compañeras de habitación se volvieron muy importantes para mí. Nos llevábamos genial y por fin cogimos la suficiente confianza para que yo no les llamara la atención o para que yo fuera la que les gastara bromas. Éramos muy amigas y estábamos realmente unidas. Gracias a ellas podía desahogarme con alguien y recibir buenos consejos que siempre eran bien recibidos y siempre tenían razón.

Éramos como un pack. Siempre íbamos juntas a todos lados.

Oliver y yo seguíamos en las mismas. Después del incidente de la piscina y los minutos siguientes decidimos darnos una tregua e intentar llevarnos bien, pero Sofía se entrometía, hablaba mal de mí y él la defendía a toda costa. Acabamos como siempre, odiándonos y haciéndonos la vida imposible. Debía empezar a meterme en la cabeza que siempre sería así, que nunca podríamos estar en paz y mantenernos cada uno alejado del otro.

Y yo... yo seguía siendo la misma Edith Lombardo que llegó a Génova hacía un mes y medio, aunque algo más humana gracias a Oly y Alessia. Respecto a los demás... me importaban todos una mierda.

Bianca se encargó por todos los medios de hacer borrar los videos y fotos de todos los lados y gracias a ella nadie volvió a recordarlo y pronto se olvidaron de todo. Se lo agradecí porque después de todos esos días seguían riéndose y yo cada vez aguantaba menos.

Eso a Oliver le molestó tanto que obviamente tuvo que hacer algo.

Todavía no sé cómo lo hizo, pero supongo que lo hizo mientras dormía. Cogió un bote de acondicionador que me había comprado hacía poco tiempo y cambió el contenido por lombrices y gusanos. Yo, estúpida, no lo vi y mi reacción al ducharme, ponerme eso en el pelo y ver lo que era en realidad fue asombrosa y lo tuve riéndose de mí durante más de una semana. Claro que Sofía lo animaba a seguir con el juego y le recompensaba con morreos con lengua delante de todo el instituto mientras le ponía sus enormes y exagerados pechos en la cara. Yo sólo podía poner cara de asco y Alessia y Oly se metían los dedos índice y corazón en la boca mientras hacían el gesto de vomitar y yo me reía. Era para vomitar de verdad.

Merece la pena odiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora