Desperté al día siguiente con el brazo de Oliver rodeando mi cintura y nuestros dedos todavía entrelazados. Me solté y me giré para despertarlo, pero en cuanto me di la cuenta, vi que estaba despierto.
- Buenos días -susurró con voz ronca por el sueño mientras entrecerraba los ojos a causa de la luz del día que entraba por los enormes ventanales.
- Hola -me desperecé y me dolía la espalda como nunca por culpa de la tumbona.
Su brazo seguía rodeándome la cintura y cuando fui a quitarla, él se apartó de mi agarre y volvió a dejar caer su brazo donde estaba segundos antes.
- Duérmete -enterró la cara en el hueco de mi cuello y solté una carcajada-. ¿De qué te ríes, niñata?
El reloj marcaba las siete menos cuarto de la mañana. Teníamos quince minutos para volver a nuestros dormitorios, cambiarnos de ropa, coger los libros correspondientes e ir a clases.
- Quedan quince minutos para la primera clase.
Al principio pareció no oírme, porque seguía con sus ojos cerrados en mi cuello e incluso llegué a pensar que se había vuelto a dormir por que su respiración era muy calmada. De repente, se incorporó de golpe y me miró mal.
- Quince minutos. ¡Por tu culpa!
- ¿Yo?
- Me obligaste a quedarme a dormir aquí, contigo y antes no me dejabas levantarme -se estiró y se quitó la camiseta, mostrando los tatuajes de su pecho.
Tragué saliva e hice como si fuese lo más normal del mundo.
- Eres un mentiroso, has sido tú y lo sabes.
Sin más, me incorporé yo también y caminamos hasta el exterior. Subimos juntos las escaleras y cuando llegamos al edificio de las habitaciones, nos despedimos con un simple ''adiós''.
Nada más acercarme a mi dormitorio, se podía oír desde el pasillo el secador de Alessia y puse los ojos en blanco. Menos mal que no me despertó ese estruendoso ruido, no sabía cómo Oly lo aguantaba porque yo estaba a nada de cogerlo y tirarlo por la ventana o algo por el estilo.
Abrí y el ruido se detuvo. Ambas compañeras se giraron y me miraron de arriba abajo.
- ¿De dónde sales? -Oly terminó de ponerse una camiseta rosa de manga larga y me miró interrogativa.
No podía decirles que había pasado la noche con Oliver, porque se formaría la tercera guerra mundial y porque tampoco pensé que fuera algo importante.
Pensé con rapidez y decidí contarles la verdad a medias.
- Anoche fui a la piscina, me tumbé y me quedé dormida -caminé hasta el armario y saqué el primer conjunto de ropa que cogí y vi cómo me miraba Alessia.
- Ya... -no dijo nada más. Volvió a enchufar el secador y a poner la cabeza boca abajo.
Era difícil creérselo y sabía que no estaban del todo convencidas, pero no me habían dejado mucho margen de tiempo para pensar y aún así, agradecí que no insistieran porque me hubiesen puesto de los nervios y en ese tiempo que llevaba allí ellas habían aprendido que no hay que sacarme de quicio ni agobiarme, por el bien de todos.
Para mi sorpresa, ese día había examen de matemáticas, el cual yo no había estudiado porque no sabía que era ese mismo día. Entonces me acordé de los días que no me concentraba en clase e incluso quería dormirme encima del pupitre. Genial.
No entendía nada de lo que ponía en la hoja y parecía, literalmente, otro idioma distinto. Una mezcla extraña entre ruso y chino.
Miraba a los demás alumnos y todos escribían sin parar. Alessia escribía y escribía números sin parar mientras que con la otra mano tecleaba en su calculadora y yo me quedaba perpleja.

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Merece la pena odiarte
Teen Fiction¿Qué pasaría si se juntase el fuego con el hielo? ¿la vida y la muerte? Lo mismo que si juntas a Edith Lombardo con Oliver Ferrara, su enemigo desde el primer día en el internado Ancora. Ella es una italiana dura, fría, casi sin sentimientos y harta...