16.

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Oliver Ferrara.

Apenas pude dormir cuando regresamos al camping. Ella se fue con Alessia y yo entré en mi tienda de campaña para no poder pegar ojo. Daba vueltas y más vueltas y no conseguía dormir. Sólo pensaba en lo que había ocurrido y lo repetía una y otra vez en mi cabeza, como si el botón de ''Repeat'' estuviese apretado todo el rato.

Sabía que aunque pareciese un sueño, lo que había pasado era real, pero también era real que tarde o temprano tendríamos que volver al internado. Sabía lo que ella me iba a decir, y quería creer que yo querría lo mismo.

A las nueve de la mañana se fueron a dar una vuelta por el bosque todos, menos yo y Edith, que seguía dormida. Por lo menos uno de los dos sí pudo dormir.

Cuando salí, no había nadie. Eran las nueve y media de la mañana y teníamos unos cuantos bollos de chocolate que compraron el día anterior y unas tazas de... un líquido muy raro y asqueroso. Café muy amargo.

Me senté en el tronco que habíamos colocado como si fuera un banco alrededor de la hoguera, que ya estaba encendida y desayuné poco.

Saqué una botella de agua y el cepillo de dientes que había traído. Cuando terminé y me enjuagué, volví a sentarme en el banco a mirar fijamente la puta llama de la hoguera.

Parecía gilipollas, joder.

¿Qué cojones te pasa, Oliver? Me preguntaba una y otra vez, mientras resoplaba.

La cremallera de la tienda de campaña rosa bajó hasta abajo y salió Edith vestida con la misma ropa de la noche anterior y con el pelo todavía algo húmedo del agua. Sonreí al recordar lo que había pasado y acto seguido, me puse serio de nuevo.

Ella me miró, frunció el ceño y apartó la mirada. Genial. Sabía perfectamente lo que ocurría y también supe lo que iba a decirme, como ya dije, yo quería querer lo mismo.

- Hola -se sentó a mi lado y se sirvió un vaso de aquel asqueroso café amargo.

- ¿Qué tal has dormido? -fue lo único que salió de mi boca y dejó la taza en sus manos para que le calentara las palmas.

- Fatal, ¿y tú?

- No he dormido -me encogí de hombros y volví a mirar fijamente las llamas.

Se hizo un silencio un poco incómodo entre ambos hasta que fue ella quien habló.

- Oliver, lo de anoche...

- Crees que es un error y que es mejor olvidarlo, ¿no? -interrumpí, leyéndole la mente.

Vi su mirada clavada en la mía y ella fue la primera que la apartó para fijarla en la taza que llevaba en las manos.

- No lo sé. Creo que sí.

Me incliné sobre ella y sin hacerle caso o tener en cuenta sus palabras, volví a besarla. Ella no me lo impidió, ni se alejó así que me acerqué más a ella hasta que prácticamente estuvimos pegados.

Al principio noté como no quería besarme. No movía los labios contra los míos, pero no me rendí hasta que estuvo receptiva y seguía mi ritmo.

- Mañana volveremos al internado -cuando rompimos el contacto, Edith sacó el tema que llevaba varias horas rondándome la cabeza.

- Lo sé -no supe qué más decirle. Allí todo era mucho más... diferente. Era como si el aire fuese diferente al de aquí.

Como si el internado estuviera construido para que nos odiásemos. Allí estaba Sofía y el imbécil de Filippo y sabía que esto no duraría eternamente.

Merece la pena odiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora