A mitad de Febrero el sueño se repetía la mayoría de las noches y Edith, cada vez, estaba más distante. Ya no intentaba hablar conmigo y apenas me miraba. Máximo empezó a acercarse más a ella, se abrió camino en su corazón y todavía no sé si lo consiguió, pero por cómo miraba Edith a Máximo... podía decir con seguridad que Edith estaba a punto de olvidarme, si no lo había hecho ya.
Yo no había ayudado demasiado, fui yo quien lo quise así, aunque empezaba a arrepentirme porque cada día notaba más la falta que me hacía. Era como un drogadicto, que deja las drogas muy convencido de sí mismo, pero a los días nota como su organismo le pide droga, y cada vez, ese mono, esa adicción se va haciendo más y más grande.
Llevaba un poco más de un mes sin un beso suyo, viéndola todos los días y sin poder abrazarla, acariciarla... yo me estaba volviendo loco.
Cada día me encontraba más a la defensiva, más distanciado con todo el mundo y más amargado.
- Oliver Ferrara, ¿has acabado ya? -la profesora de matemáticas me sacó de mis pensamientos y miré el examen en blanco que tenía en frente.
Puse mi nombre y lo entregué tal cual. En blanco. Suspendido. No fui capaz de estudiar. Ni me concentraba ni quise hacerlo. Estaba empezando a darme igual todo.
Me levanté y salí del aula, caminé hasta las taquillas y Valeria me golpeó en el trasero. Yo quise gritarle y decirle que no volviese a hacerlo, pero me contuve. Se me estaba yendo la pinza.
- ¡Hola, amor! ¿qué tal el examen?
- Genial, ¿y a ti?
- ¡Sobresaliente, seguro! -su voz chillona me estaba martilleando la cabeza-. Cariño, ¿no es hora de que te afeites y te cortes un poco el pelo?
La miré. ¿Estaba intentando decirme cómo debía ir?
- Estoy bien así.
La verdad era que me había descuidado bastante. Tenía barba, no demasiada, pero suficiente como para que me miraran extrañados. El pelo también me había crecido mucho, pero no me importó.
Me mataba la mayoría de días en el equipo de boxeo y en el propio gimnasio que tenía el centro. Había aumentado de masa muscular y últimamente Valeria estaba más apegada a mí y yo no sabía cómo quitármela de encima.
- Te quiero, amor. Te amo -me abrazó y pegó nuestros labios.
Sonreí falsamente y no contesté. Lógicamente, yo no sentía lo mismo por ella.
Escuché risas y gritos de sobresalto al otro lado del pasillo y al darme la vuelta, vi a Máximo cogiendo a Edith y haciéndole cosquillas mientras ella se reía a carcajadas y trataba de soltarse.
Mi mundo se vino abajo de nuevo y quise vengarme. Quise que sintiese lo que yo sentía al verla con él.
Me aseguré de que se diera cuenta de que estaba allí y cuando lo hizo, agarré a Valeria con fuerza y la besé.
Cerré los ojos y me imaginé que era Edith, que era ella a quien besaba y la besé de manera salvaje, pero no eran sus labios. No besaba de la misma forma y tras unos segundos, la aparté.
Ella seguía mirándome cuando me separé de Valeria y su cara estaba seria. Máximo se dio cuenta y la abrazó por detrás, haciéndola reaccionar. Besó su mejilla y yo quise matarlo.
- ¿Estás bien?
- Sí, me voy -ni si quiera la miré antes de dejarla atrás.
Crucé todo el pasillo para salir de la zona de las aulas y las taquillas y le di un puñetazo con fuerza a la última taquilla que quedaba, sin darme cuenta de que al lado estaba Sofía.
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Merece la pena odiarte
Novela Juvenil¿Qué pasaría si se juntase el fuego con el hielo? ¿la vida y la muerte? Lo mismo que si juntas a Edith Lombardo con Oliver Ferrara, su enemigo desde el primer día en el internado Ancora. Ella es una italiana dura, fría, casi sin sentimientos y harta...