20.

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El veinte de Diciembre todos los alumnos se fueron a su casa cuando sus familiares vinieron al centro a buscarlos. Todos menos Alessia, Oly, Dante, Alessandro, Oliver y yo. Parecíamos los marginados a los que ni sus propias familias querían. Era irónico, porque Oly ni si quiera tenía familia y Alessia hacia muchos años que no hablaba con su padre. Después de todo, podía sentirme orgullosa de la familia que tenía aunque no fuese perfecta y les quedase muchísimo para serlo.

El veinte de Diciembre también vino Diana, la hermana pequeña de Oliver y todos pudimos ver el emocionante reencuentro que tuvieron los dos. Se fundieron en un abrazo y Diana repartía besos en su mejilla.

Me encantaba esa niña, era muy especial, era muy madura para su edad y se notaba lo cariñosa que era. En cuanto me vio, corrió hacia mí y se lanzó a mis brazos como si me conociese de toda la vida y no de sólo una vez que nos habíamos visto.

La abracé y también me daba besos. Me hacía reír y enseguida todos los demás se enamoraron como yo de ella.

Llevaba el pelo negro suelto y le caía en cascada por toda la espalda. Lo tenía rizado y en lo alto de su cabeza llevaba una diadema de color rojo con un pequeño lazo brillante.

- Qué guapa eres, Diana -la piropeó Olympia cuando la abrazó y se presentó.

- Tú también. Me gusta tu pelo corto y rubio.

Sonrió y le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja. Nunca dudaba en decir lo que pensaba y parecía que nunca le caía mal nadie, que adoraba a todo el mundo. Tenia amor para dar y regalar.

A todos les mostró el mismo cariño que a mí o a Oly. Alessia, Dante y Alessandro quedaron hipnotizados por su belleza y alegría. Era increíble esa niña.

Quedaban profesores en el centro que tenían que estar dos días más que los alumnos y nos cruzábamos con todos cada dos por tres.

Diana se negó a quedarse en el dormitorio de los chicos, quería quedarse con nosotras y las tres la acogimos con nosotras sin pensarlo.

Íbamos a pasar las navidades todos juntos y sabíamos que lo pasaríamos bien.

Diana se empeñó en dormir conmigo en la misma cama y le hice un hueco para que se tumbara. Nadie nunca había dormido conmigo porque tampoco lo había permitido, pero Diana era especial. Era como la hermana que siempre quise tener y nunca tuve.

- Mamá me odia -dijo la niña, de repente a las tantas de la madrugada.

- ¿Por qué dices eso? -también estaba despierta, ya que se me hacía difícil dormir con alguien en la misma cama, pero me aguanté.

- Estoy aquí porque mi mamá se va a Sicilia con un amigo. Le molesto y Oliver se quedó conmigo. Mamá no se negó a eso, le molesto.

Su conclusión me llegó al corazón y al alma. No conocía demasiado a su madre, solo la había visto una vez, pero si eso era verdad... no era una madre muy ejemplar, por no decir otra cosa.

Atraje su cuerpecito pequeño al mío y la abracé. Ella se acurrucó contra mí y le acaricié el pelo.

- Pero ahora estás aquí, conmigo, con tu hermano y con los demás que ahora también son tus amigos. ¿No estás contenta?

Su carita cambió y una sonrisa amplia iluminó su rostro, haciéndome sonreír a mí.

- ¡Sí! ¡quiero quedarme con vosotros siempre!

Entre risas, le indiqué que bajara la voz y cuando parecía que por fin íbamos a dormir, ella volvió a hablar.

- ¿Te gusta mi hermano?

Merece la pena odiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora