40.

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Ya habían pasado dos semanas. Dos semanas de la horrible sensación de sentir cómo mi alma abandonaba mi cuerpo, y qué doloroso fue. Cuando aquella puerta se abrió y salieron aquellos médicos con cara de noticias fatales... me fallaron las piernas.



Nunca experimenté un dolor parecido y tampoco pensaba que existiese algo así. Un dolor imposible de explicar, como si te arrancaran el corazón y el alma de cuajo. Sin anestesia, sin avisar, sólo dolorosa y lentamente.



Me aferré a la única y pequeña esperanza que me quedaba y le pedí por última vez a Dios, si es que existía o a quien fuese, que por favor se recuperase mientras los médicos se acercaban a nosotras con el paso más lento que había visto nunca.



Ambos se quitaron las mascarillas cuando llegaron a nosotras y se miraron entre ellas. Tuve que sentarme. No podía recibir la mala noticia de pie porque acabaría desmayada y con un tremendo golpe.



- Oliver Ferrara esta bien -y esas palabras fueron las que me hicieron levantar la mirada y respirar al fin-. Ha sufrido varios paros cardíacos, algo que no es bueno, pero hemos logrado salvarle. Esta bien y esta estable, aunque, lamentablemente, ha entrado en coma y no sabemos cuándo despertará... si es que lo hace.



No supe si alegrarme o no. Estaba bien, no había muerto y eso me llenaba de alegría, pero ahora estaba en coma... y yo no quería eso, quería que despertara y poder irnos de una vez de allí.



Y dos semanas después, Oliver seguía sin despertar.



En ningún momento lo dejé solo. No podía hacer eso y cuando tuve exámenes, me llevaba los libros al hospital y estudiaba con él.



- Sofía me ha mandado recuerdos para ti. Ha cambiado, ¿sabes? no sé... sigo sin soportarla, pero reconozco que esta diferente y es menos odiosa que antes, pero contra menos se acerque a ti, más felices seremos todos -me tumbé a su lado en la cama y entrelacé mis dedos con los suyos. Su mano estaba llena de sondas, vías, goteros... y ya estaba muy frío. Su calor ya no estaba-. Por cierto, Alessandro se ha declarado a Alessia. Le dijo que la quería, pero mi amiga... se lo tomó a broma y pasó de él. Y Oly ya ha arreglado las cosas con Dante. Son los dos idiotas, pero se quieren... ya sabes cómo son nuestros amigos -levanté la mirada y vi sus ojos cerrados, con una mascarilla de oxígeno en la boca y muy pálido-. Todos te echan de menos. Te echamos mucho de menos, grandullón -me cobijé en mi sitio favorito, el hueco de su cuello y cuando cerré los ojos me trasladé con él al precioso lago donde nos besamos por primera vez. Varias lágrimas salieron de mis ojos, pero sonreí ante los bonitos recuerdos.



**



- Edith. Edith, cariño -sentí como alguien sacudía con despacio mi cuerpo, intentado despertarme y cuando abrí los ojos me encontré a Bianca, la directora del internado.



Fruncí el ceño. ¿Qué hacía ahí? entonces recordé que Bianca era la abuela de Diana.



- Hola, señora, yo...



- Llámame Bianca. No estamos en el internado, cielo -me sonrió y me abrazó-. ¿Cómo esta Oliver hoy?



Mis ojos buscaron alguna señal de que despertara en ese momento por alguna casualidad, pero no la hubo y suspiré. Cada segundo que pasaba allí tenía la esperanza de que despertara en cualquier momento, pero no pasaba nunca nada.



- Como siempre. Como ayer, anteayer... y como hace dos semanas -rompí a llorar, como siempre en ese tiempo y ella me abrazó para intentar consolarme, pero las dos sabíamos que lo que necesitaba era un abrazo o un beso de él.



- Se pondrá bien, cielo, ya lo verás...



Quise creerle, yo estaría con él cuando despertara y quería que fuese pronto.

Merece la pena odiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora