Edith Lombardo.
El fin de semana se pasó demasiado rápido para mi gusto y en un abrir y cerrar de ojos, ya estábamos de nuevo en el internado.
El puente se había terminado y volvían las clases. Oliver y yo no nos habíamos atrevido a volver a hablar del tema. No habíamos cruzado palabra y tampoco nos habíamos mirado durante todo el trayecto. Puede que fuera mejor así.
No me reconocía a mí misma. Pensaba en todo lo que había ocurrido y era como si yo fuese otra persona, diferente, alguien totalmente diferente cuando estaba con él.
Cuando llegamos, cogí mi bolsa en la que llevaba el neceser y algo de ropa y las tres nos dirigimos a nuestro dormitorio. Allí desempaquetamos la poca ropa que nos habíamos llevado y nos tumbamos en la cama.
- Estoy molida -dijo Olympia con un suspiro.
- Totalmente -respondió con voz cansada Alessia.
- Necesito una ducha inmediatamente.
Me puse de pie aunque me costaba mover mi propio cuerpo y saqué mi neceser, toalla y ropa.
El trayecto se había hecho corto, pero la incomodidad de la tienda de campaña, el suelo duro y el cambio de ambiente me habían dejado destrozada. Necesitaba una ducha y dormir. Era por la tarde y no había clases hasta el día siguiente, que era lunes.
Los vestuarios estaban vacíos, menos mal, porque no quería tener que ducharme delante de nadie. Seguía siendo bastante escrupulosa respecto a ese tema.
El agua cayó por mi cuerpo relajándome instantáneamente y cerré los ojos con un suspiro mientras dejaba al agua trabajar en mí.
Seguramente estuve cerca de quince minutos inmóvil con el agua empapándome, porque perdí la noción del tiempo y me lavé el pelo y el cuerpo enseguida. Me envolví en una toalla blanca y me puse delante del espejo para peinarme.
Me había quedado genial, la ducha me había sentado estupendamente y ahora solo faltaba regresar al dormitorio y acostarme para dormir unas horas en mi colchón comodísimo.
La puerta se abrió y vi a través del espejo de quién se trataba.
Me di la vuelta y nos miramos de enfrente. Se acercó con paso lento hasta mí y tragó con dificultad.
- ¿Qué haces aquí, Oliver? -la voz me temblaba y carraspeé para que mi voz volviera a la normalidad.
- Estás evitándome.
- No.
- Sí.
- Tú también.
- ¿Qué quieres que haga? Tu actitud ha cambiado drásticamente, no puedo hacer como si nada.
- Me tengo que vestir, ¿puedes dejarme sola, por favor? -le di la espalda y volví a mi tarea de peinarme, pero Oliver rodeó mi cintura desde atrás, pegándome a él.
- ¿Qué haremos? -aspiró el aroma de mi pelo y soltó el aire con fuerza.
- Ya hablamos de eso en el camping y lo dejamos muy claro. Aprovechamos las horas que nos quedaban y ya está. Se acabó.
- ¿Se acabó? ¿piensas hacer como si jamás hubiese pasado nada? -se alejó de mí y yo me giré otra vez para mirarle-. ¿Qué ha sido esto para ti? ¿un entretenimiento?
Resoplé. No tenía ganas de estos númeritos y estaba empezando a cansarme. Lo dejamos claro el día anterior.
- ¿Qué hago? ¿Qué quieres hacer? -miré un instante al suelo y después volví a mirarle a los ojos. Parecía decepcionado e incluso algo dolido-. Yo no siento nada por ti, Oliver -mentí y tragué con dificultad.
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Merece la pena odiarte
Teen Fiction¿Qué pasaría si se juntase el fuego con el hielo? ¿la vida y la muerte? Lo mismo que si juntas a Edith Lombardo con Oliver Ferrara, su enemigo desde el primer día en el internado Ancora. Ella es una italiana dura, fría, casi sin sentimientos y harta...