Me sobresaltó un pequeño ruido que provenía de la parte izquierda de la habitación, más o menos donde estaba la cama de Oliver y me asuste porque pensé que tal vez se hubiese desconectado algo sin querer, de hubiese caído algo importante, etc.
Pero cuando levanté la mirada del libro de química, no me esperaba ver lo que vi.
- Pequeña... -sí, era su voz. Estaba hablando y me había llamado a mí. Tiré el libro al suelo al ponerme en pie y me acerqué corriendo a él.
- ¿Oliver? Sí, soy yo, cariño, despierta, por favor -estaba muy confundida. ¿Estaba despertando? ¿o sólo era un impulso nervioso de esos de los que hablaban los médicos? ¿cómo podía saberlo? Tenía que llamar a los médicos, pero no quise.
No hasta que despertase del todo, o por el contrario, hasta que me asegurara de que era una falsa alarma.
Estaba inmóvil. Pasaron varios minutos en los que no pasaba nada y yo me ponía de los nervios.
- Joder... -su brazo se movió. Por fin se movió y llevó su mano hasta su cabeza. Sonreí ampliamente cuando frunció el ceño y salí de la habitación para llamar a los médicos.
Oliver había despertado.
Corrí hasta que encontré a la primera médica que andaba por ahí y le comenté lo que pasaba.
Inmediatamente, avisó a varios compañeros suyos y entraron aproximadamente seis médicos y médicas. A mí no me dejaron entrar y estuve alrededor de veinticinco minutos en el pasillo del hospital, esperando y desesperando.
Por fin se abrieron las puertas y se acercó una enfermera con una radiante sonrisa en la cara.
- Efectivamente, Oliver ha salido del coma -esas fueron las mejores noticias que había recibido en toda mi vida-. Se encuentra un poco confuso, pero su salud esta perfecta. Hay que darle un poco de tiempo porque tendrá preguntas, estará confundido y también algo sedado, adormilado por el calmante.
- De acuerdo. ¿Puedo entrar? -lo único que me interesaba de todo lo que me había dicho era que había salido del coma y yo solo quería entrar y verlo.
La enfermera sonrió ante mi impaciencia y asintió.
- Está deseando verte.
Y eso fue lo único que necesité para que mis pies empezaran a caminar.
Abrí la puerta y la volví a cerrar a mis espaldas.
Después de aquel corto pasillo se encontraba la cama de Oliver y no podía esperar más. Aún no podía creerme que hubiese despertado después de tantos meses.Seguía tumbado, aunque le habían inclinado un poco la cama para que estuviese algo incorporado, pero sin estar sentado del todo. Sus ojos se fijaron en mí en cuanto entré en la estancia y me miraron de arriba abajo. En ese momento supe que no se esperaba verme tan cambiada.
Él también había adelgazado un poco, pero lo mío era exagerado.
Su cara mostraba el cansancio y la confusión que tenía y sin esperar a que hablase, me acerqué y lo abracé sin pedir permiso, sin saludar, sin nada. Solo lo hice.
Sus fuertes brazos me rodearon con cariño y me apretó contra él. Se alegraba tanto como yo de volver a estar juntos.
- Dios... te quiero -susurró en mi oído con voz grave y ronca.
Sonreí ante lo que me dijo. Llevaba mucho tiempo sin escucharle y agradecí enormemente que lo que primero oyese de él fuese un te quiero.
- ¿Cómo estás? -cuando me separé de él no supe ni lo que decía y esperé a que contestase mientras yo acariciaba su mejilla rasposa por la incipiente barba.
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Merece la pena odiarte
Novela Juvenil¿Qué pasaría si se juntase el fuego con el hielo? ¿la vida y la muerte? Lo mismo que si juntas a Edith Lombardo con Oliver Ferrara, su enemigo desde el primer día en el internado Ancora. Ella es una italiana dura, fría, casi sin sentimientos y harta...