Edith Lombardo.
- No quiero irme. Me quiero quedar con vosotros -las pequeñas manos de Diana peinaban mi largo y negro cabello en una trenza de espiga.
- Es navidad, todavía quedan muchos días para que tengas que irte.
- Ya está -anudó la trenza con una goma de pelo y la colocó de lado.
Me miré en el espejo y sonreí. Yo nunca había sido muy buena para hacerme peinados diferentes, era muy torpe para eso y siempre acababa con mal humor y dejándome el pelo como siempre lo solía llevar, suelto.
- Es muy bonita -la toqué y me giré hacia ella mientras me sentaba de nuevo en mi cama donde ella estaba sentada de rodillas-. Gracias, princesa.
Sonrió, mostrando su bonita sonrisa de oreja a oreja y se echó el pelo hacia atrás.
- ¿Y tu familia? ¿dónde están?
- Ellos están en Roma.
- ¿Tienes hermanos?
- Sí. Se llama Pietro y tiene tu edad, pero no me llevo tan bien con él como contigo.
- ¿Por qué? es tu hermano.
- Ya. Pero es un trasto, siempre me molesta -hice reír a la niña y le revolví el pelo.
- Podríamos ser amigos y jugar juntos.
Asentí, aunque no me imaginaba a Pietro jugando con Diana, más que nada porque ese niño era un monstruo que no salía de sus consolas y sus juegos con coches.
- Puede que te lleves mejor con él que yo.
Miré el reloj. Eran las diez de la mañana. El día anterior había quedado con Oliver para darle juntos los regalos de navidad a Diana, así que intentando ser algo disimulada, me levanté, recogí mi pelo en un moño deshecho y agarré a Diana de la mano.
- Vamos a molestar a tu hermano. No le gusta que le despierten. Es idiota, ¿sabes?
- Lo es -dijo con una risita mientras me seguía con su pijama de invierno de color rosa.
Llegamos hasta la habitación y entramos sin llamar. Alessandro no estaba y nada más traspasar la puerta, vimos a Oliver de pie, esperándonos con una sonrisa en la cara, mirando a Diana, que soltó un grito ahogado de sorpresa y abrazó a Oliver.
Había puesto un enorme árbol de navidad con algunas luces y adornos. Por lo que sabía, Diana tenía una extraña obsesión con los árboles de navidad y siempre había que haber uno para esas fechas, si no, no las disfrutaba igual y no era feliz.
- ¡Qué bonito y qué grande! -se acercó al árbol y cogió una bola de adorno de color rojo.
Oliver me guiñó un ojo y yo no dejaba de sonreír. Le había quedado muy bien y se notaba que a la pequeña le había encantado.
- Papa Noel nos ha dejado algo para ti -caminó hasta su escritorio y abrió un cajón del que sacó los dos regalos.
La ilusión en la cara de Diana era indescriptible. Recordé con nostalgia cuando con su edad corría escaleras abajo para encontrarme con los regalos y abrirlos con ilusión y felicidad.
Eso es lo peor de crecer. Que esa inocencia y felicidad, se pierde.
- Este lo ha dejado Papa Noel en la habitación de Edith para ti -le dio la caja pequeña y se sentó en la cama de Oliver para abrirla.
Me llenó el corazón con su sonrisa cuando descubrió la pulsera que le había comprado con todas mis ganas. Le había gustado.
- ¡Qué bonita, me encanta! -se la entregó a su hermano y le mostró su pequeña muñeca mientras se remangaba la manga del pijama-. Pónmela, Oliver.
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Merece la pena odiarte
Teen Fiction¿Qué pasaría si se juntase el fuego con el hielo? ¿la vida y la muerte? Lo mismo que si juntas a Edith Lombardo con Oliver Ferrara, su enemigo desde el primer día en el internado Ancora. Ella es una italiana dura, fría, casi sin sentimientos y harta...