43.

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El famoso secador de Alessia me perforaba el tímpano con fuerza y no tuve más remedio que taparme la cabeza con la almohada, intentando el que el estruendo disminuyese de decibelios, pero no había manera.

De un momento a otro hubo un extraño sonido y escuché un grito ahogado de Alessia.

- ¡Se ha roto!

Sonreí maliciosamente. «¡Aleluya!» pensé. Después de nueve meses, el odioso secador se había estropeado.

- ¿Qué ha pasado? -oí a Oly acercarse y bostezar sonoramente. Sin duda, a ella también la había despertado.

Salí de mi escondite, ya despierta del todo y me centré en la conversación que ambas estaban teniendo al lado mío.

- No lo sé, pero no funciona. Han saltado chispas del enchufe y se ha roto -la voz quejosa de Alessia me hizo reír. Nadie sabe la de veces que había implorado que se muriera ese secador.

El despertador marcaba las 7 de la mañana y empezaba el día con un examen de filosofía.

Junio había llegado pisando fuerte y es que quedaban dos semanas para acabar los exámenes, graduarme e volver a Roma. Aunque eso significase dejar de ver a Alessia, Oly, Dante y Alessandro. Dejar de ver a Oliver.

- ¡Buenos días! -estaba feliz. Hacía tiempo que no estaba tan feliz, pero es que el día empezaba genial.

Llevaba genial los exámenes, quedaba poquísimo para terminar, Oliver estaba bien y el secador de Alessia ya no nos provocaría más infartos.

Nada más levantarme, cogí el neceser, una toalla, ropa y las tres fuimos al vestuario.

Hacía tiempo que no dormía en el internado y en cierto modo, lo echaba de menos. ¿Quién me iba a decir que echaría de menos esta cárcel de niñatos pijos e insoportables?

Como siempre, el vestuario estaba abarrotado y necesitada de hacer la mayor locura que había echo en los últimos meses, salí del vestuario femenino y me metí en el vestuario masculino sin pensármelo dos veces.

Había también mucha gente, pero no tanta como en el mío.

- ¿Se puede saber qué haces, Edith? -casi solté una carcajada al ver a Dante tapándose con urgencia sus partes íntimas al igual que Alessandro.

- Tranquilo, aunque no te tapes, seguro que es difícil ver algo.

- ¡Qué graciosa! -murmuró Dante con cara de pocos amigos mientras Alessandro, yo y todos los chicos que habían allí se reían a carcajadas.

Sin esperar más, busqué por las duchas sin llegar a asomarme, lógicamente, hasta que encontré a mi objetivo.

Con una sonrisa pícara, me metí vestida con el pijama en la ducha donde Oliver se duchaba sin darse cuenta de nada. La ducha era bastante espaciosa, por lo que siguió sin darse cuenta de que yo estaba ahí.

El neceser, la toalla y mi ropa para después de la ducha la había dejado junto a la de Oliver y sin que se enterase de nada, empecé a quitarme la ropa y a lanzarla al otro lado de la ducha, donde varios tíos me guiñaban el ojo al ver cómo me desprendía de mi ropa y la ropa interior. Menos mal que la puerta opaca impedía que se viese nada.

Coloqué las palmas de mis manos en su ancha espalda y se dio la vuelta nada más sentir mi tacto.

Su mirada se suavizó al verme ahí, aunque frunció el ceño. Se acercó a la puerta y miró por encima y al ver que varios chicos miraban hacia donde estábamos, les dedicó una mirada asesina propia de Oliver Ferrara.

Merece la pena odiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora