Oliver Ferrara.
4 de Enero.
- Ni se te ocurra quitarte la venda -conducí con algo de velocidad mientras mi mirada iba de la carretera a Edith, que estaba en el asiento del copiloto con una venda tapándole los ojos.
- Que no, pesado.
Tenía una sorpresa para ella y tenía que salir bien, si al final se echaba atrás... acabaría echándose a perder todo el plan.
Convencí a Alessandro de que me dejara su coche, le dije que tenía que ir a casa de mi madre a recoger un par de cosas y no preguntó nada más. Alessia costó más colarle la mentira. Edith le dijo que sus padres y su hermano habían venido a verla y querían pasar con ella el día entero, pero no estaba muy convencida y temimos que se descubriera todo. Al final, gracias a mi hermana, que nos ayudó, se quedó convencida del todo.
Aún no me explicaba cómo había descubierto Diana lo que ocurría entre Edith y yo. Me explicó que al regresar al dormitorio la mañana de la cena, Diana estaba despierta y era una niña muy lista.
Maldita renacuaja...
- Edith, te estoy viendo. No te quites la jodida venda o te tiro del coche en marcha.
Se carcajeó y apartó su mano derecha de la venda, que intentaba levantarla un poco para ver dónde estábamos.
- Vale -dijo, alargando la primera vocal-. ¿Falta mucho?
Observé el paisaje. No. No quedaba mucho, es más, quedaban menos de veinte minutos para llegar a nuestro destino.
El clima estaba a nuestro favor. Hacía un día soleado, sin nubes, aunque hacía frío. Nada me impediría llevar a cabo mi plan.
Frene el coche cuando llegamos y ella se alegró notablemente cuando notó el motor del coche detenerse. Sabía que ya estábamos aquí.
Le ayudé a salir cuando me acerqué a la puerta del copiloto.
- Preciosa -la besé. Seguía con los ojos vendados y aunque no quisiese reconocerlo, tenía miedo de que no quisiese seguir con el regalo.
- ¿Ya hemos llegado? ¿puedo ver ya dónde estamos? -estaba tan impaciente que me hacía reír.
Guié su cuerpo hasta que estuvo delante de todo el paisaje y me situé a su espalda. El nudo de la venda se deshizo sin problemas y cuando abrió los ojos, besé su cuello.
- Feliz cumpleaños.
Sus ojos se detuvieron en cada rincón del paisaje. Había un bosque gigante, un puente algo alejado de nosotros y un precipicio de muchísimos metros que finalizaba abajo con un río de agua cristalina.
Ni si quiera se imaginó mis intenciones.
- Es precioso. Me encanta -se giró para verme a los ojos y agarró mi cara con sus suaves manos-. Muchas gracias -y me besó.
- ¿Te gusta? -mis dedos colocaron su pelo detrás de su oreja y miré a sus ojos para evaluar su reacción-. Vamos a hacer puenting.
Su cara tomó un tono pálido y asustadizo.
- ¿Qué?
- Vamos a saltar de ese puente.
- ¿Estás de coña?
Su reacción estaba tirando de asustadiza a algo enfadada, así que decidí calmar el ambiente. Era un día especial, quería pasarlo con ella y ese era su regalo. Nos tiraríamos juntos.
La agarré de la cintura y la pegué a mi cuerpo. La tensión se fue desvaneciendo y ahora eran los nervios a flor de piel los que se veían salir por todos sus poros desde lejos.

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Merece la pena odiarte
Novela Juvenil¿Qué pasaría si se juntase el fuego con el hielo? ¿la vida y la muerte? Lo mismo que si juntas a Edith Lombardo con Oliver Ferrara, su enemigo desde el primer día en el internado Ancora. Ella es una italiana dura, fría, casi sin sentimientos y harta...