25.

2.1K 118 36
                                        

Oliver Ferrara.

4 de Enero.

- Ni se te ocurra quitarte la venda -conducí con algo de velocidad mientras mi mirada iba de la carretera a Edith, que estaba en el asiento del copiloto con una venda tapándole los ojos.

- Que no, pesado.

Tenía una sorpresa para ella y tenía que salir bien, si al final se echaba atrás... acabaría echándose a perder todo el plan.

Convencí a Alessandro de que me dejara su coche, le dije que tenía que ir a casa de mi madre a recoger un par de cosas y no preguntó nada más. Alessia costó más colarle la mentira. Edith le dijo que sus padres y su hermano habían venido a verla y querían pasar con ella el día entero, pero no estaba muy convencida y temimos que se descubriera todo. Al final, gracias a mi hermana, que nos ayudó, se quedó convencida del todo.

Aún no me explicaba cómo había descubierto Diana lo que ocurría entre Edith y yo. Me explicó que al regresar al dormitorio la mañana de la cena, Diana estaba despierta y era una niña muy lista.

Maldita renacuaja...

- Edith, te estoy viendo. No te quites la jodida venda o te tiro del coche en marcha.

Se carcajeó y apartó su mano derecha de la venda, que intentaba levantarla un poco para ver dónde estábamos.

- Vale -dijo, alargando la primera vocal-. ¿Falta mucho?

Observé el paisaje. No. No quedaba mucho, es más, quedaban menos de veinte minutos para llegar a nuestro destino.

El clima estaba a nuestro favor. Hacía un día soleado, sin nubes, aunque hacía frío. Nada me impediría llevar a cabo mi plan.

Frene el coche cuando llegamos y ella se alegró notablemente cuando notó el motor del coche detenerse. Sabía que ya estábamos aquí.

Le ayudé a salir cuando me acerqué a la puerta del copiloto.

- Preciosa -la besé. Seguía con los ojos vendados y aunque no quisiese reconocerlo, tenía miedo de que no quisiese seguir con el regalo.

- ¿Ya hemos llegado? ¿puedo ver ya dónde estamos? -estaba tan impaciente que me hacía reír.

Guié su cuerpo hasta que estuvo delante de todo el paisaje y me situé a su espalda. El nudo de la venda se deshizo sin problemas y cuando abrió los ojos, besé su cuello.

- Feliz cumpleaños.

Sus ojos se detuvieron en cada rincón del paisaje. Había un bosque gigante, un puente algo alejado de nosotros y un precipicio de muchísimos metros que finalizaba abajo con un río de agua cristalina.

Ni si quiera se imaginó mis intenciones.

- Es precioso. Me encanta -se giró para verme a los ojos y agarró mi cara con sus suaves manos-. Muchas gracias -y me besó.

- ¿Te gusta? -mis dedos colocaron su pelo detrás de su oreja y miré a sus ojos para evaluar su reacción-. Vamos a hacer puenting.

Su cara tomó un tono pálido y asustadizo.

- ¿Qué?

- Vamos a saltar de ese puente.

- ¿Estás de coña?

Su reacción estaba tirando de asustadiza a algo enfadada, así que decidí calmar el ambiente. Era un día especial, quería pasarlo con ella y ese era su regalo. Nos tiraríamos juntos.

La agarré de la cintura y la pegué a mi cuerpo. La tensión se fue desvaneciendo y ahora eran los nervios a flor de piel los que se veían salir por todos sus poros desde lejos.

Merece la pena odiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora