8.

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La mañana siguiente fue horrible. El dolor de cabeza que sentía no era normal. Me había emborrachado muchas veces a lo largo de mi corta vida y nunca tuve una resaca como esa. ¿Por qué tuve que acabarme aquella botella de whisky? ¿por qué no hice caso a...?

Me incorporé de golpe ignorando todos los pinchazos en mi cerebro y todos los recuerdos de la noche anterior vinieron a mi mente como de golpe.

No podía ser. Tenía que ser broma. Un sueño, una pesadilla, algo, pero no podía haber ocurrido de verdad. Sin embargo todo parecía haber ocurrido. No quería verlo. Joder, me había enrollado con mi profesor de educación de física y si no hubiese sido por él, hubiésemos acabado haciéndolo en la sala del cine.

Tapé mi boca con mi mano derecha y decidí no volver a ir en todo el año a sus clases. No, nunca. No quería verlo, qué vergüenza tenía.

Por primera vez desde que me había incorporado, bajé la mirada y vi que estaba con mi pijama de verano. ¿Cómo llegué hasta mi dormitorio? ¿quién me trajo? ¿quién me puso el pijama? No lo sabía pero lo que sí supe era que necesitaba una ducha, una pastilla para el dolor de cabeza y mucha, mucha agua. Tenía el sabor del whisky todavía en mi boca y me provocaba arcadas.

Eran las 10:40h. de la mañana y ni Oly ni Alessia estaban en el dormitorio. Tampoco me preocupé demasiado. Me levanté de la cama un poco bastante mareada y agarré mi cabeza mientras que con la otra mano cogía mi neceser.

Abrí mi armario, saqué un pijama limpio de verano y al abrir el cajón de la ropa interior... no tenía nada. ¿Dónde estaba mi ropa interior? ¿mis sujetadores, mis bragas, mis tangas...? No había nada. Fruncí el ceño, dejé todo lo que llevaba encima en la cama y salí en pijama a buscar a mis compañeras de habitación, tal vez ellas supieran algo.

En el exterior del dormitorio había un gran tumulto de gente arremolinada lejos de mí, mirando una pared que yo no lograba ver desde allí. Podría decir con seguridad que estaba todo el centro allí, mirando, riéndose y haciendo fotos.

Al acercarme, pude ver como la mayoría se giraba a mirarme con una sonrisa en sus labios y cada vez me asustaba más, pero al llegar lo comprendí todo.

Esa pared estaba desde el techo hasta el suelo decorada con todos y cada uno de mis tangas, bragas y sujetadores. Todo sujetado con miles de chinchetas y con un gigante mensaje en el centro. ''Así de sexy es nuestra nueva y querida compañera, Edith Lombardo. Ya saben que comprarle a esa niñata si quieren meterse en sus sábanas''.

Mi cara tomó el color más rojo existente mientras todos se apartaban y yo me quedaba en medio mirándolo todo y escuchando risas, viendo flashes de móviles...

Agarré mi pelo negro y mis manos se hicieron puños. Lo eché para atrás y reaccioné. Oliver. Había expuesto toda mi ropa interior a todo el internado, me había dejado en total ridículo delante de todos. No me lo podía creer.

Caminé rápido, casi corriendo, ignorando todas las voces, todas las risas... todo, porque si no los mataría a todos.

Fui quitando mi ropa de la pared, quitando chinchetas y lanzándolas lejos.

- ¡Edith, ¿qué es esto?! -gritó Alessia, llegando y uniéndose a quitar ropa de la pared.

- Él... ha sido... él -logré articular, y ella lo entendió.

No paramos, seguimos hasta que las de arriba estuvieron tan altas que tuvimos que coger dos sillas.

- Se ha pasado, Edith. Se ha pasado mucho. ¿Por qué no dejáis este juego de niños de una vez por todas? -cogió la última braga que quedaba y me la dio.

Merece la pena odiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora