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Habitación 203. El número que odiaría durante todo el tiempo que Oliver estuviese allí.

Apenas tenía lágrimas, ya que las había derramado durante el trayecto al hospital. Estaba pasando la peor etapa de mi vida y necesitaba a mi mayor apoyo conmigo. Si le pasaba algo a Oliver, estaba cien por cien segura de que no duraría ni un mes.

Según los médicos, la policía y algún testigo, el coche que Oliver conducía chocó de frente con otro y a la vez se salió de la carretera, haciendo que otro coche chocara con fuerza por el lateral de su lado y lo sacara del asfalto por una pendiente, acabando con siete vueltas de campana.

Tenía el corazón hecho trizas. Me dio igual todo lo que me dijesen, yo solo les rogaba a ellos, a Oliver, a quien fuese, que saliera con vida de ahí.

- ¿Familia de Oliver Ferrara? -una hora después salió una enfermera de mediana edad con un uniforme blanco. El corazón se me paró.

La madre y hermana pequeña de Oliver habían aparecido hacía varios minutos. Diana me saludó con su típica euforia, pero más decaída. Estaba llorando y no se alejaba de mí en ningún momento.

- Sí, soy su madre -la madre de Oliver, de la cual no recuerdo su nombre, se levantó y prestó toda la atención necesaria a la médica.

Su mirada no me gustó nada.

- Debo ser sincera con usted, señora. Ha sido un accidente bastante grave. El paciente quedó atrapado en el interior del vehículo y cuando apareció la policía y la ambulancia, su pulso era muy débil. Sus constantes, de momento, son normales, pero... esta muy grave. Siendo sincera, su vida depende de un hilo demasiado fino. Para que lo entienda mejor, señora, su hijo tiene un porcentaje de 35% de sobrevivir -no fui capaz de hablar. No sabía cómo me sentía, no sabía si seguía respirando, solo sabía que quería estar con él. Que daría lo que fuese por él-. Ahora tengo que hacerle una pregunta que debe pensar con tranquilidad. Si su hijo, en un momento dado, entra en un coma profundo del que sea difícil que despierte o si todo se complica más... ¿estaría dispuesta a desconectarlo de la máquina que lo mantenga con vida?

Mi cabeza se levantó al instante y clavé la mirada en la zorra que había dicho eso. En la maldita enfermera que había insinuado matarle en algún momento dado y me volví loca en segundos.

- ¡¿Qué dices?! ¡cómo te atreves a decir eso! -mis manos se movieron por mí y la empujé-. Como le toquéis, os mato. Oliver saldrá de esta, pero no... -y me falló la voz al imaginarme una vida sin él.

Lo más sorprendente de todo, era que su madre estaba callada, sin decir nada y mirándome. La única que me abrazaba y me apoyaba, era Diana, que apretaba mi mano con fuerza, transmitiéndome tranquilidad.

- Lo siento, señorita... yo... hago mi trabajo.

- Pues lárgate y no vuelvas a decir algo así. Ni tú, ni nadie.

Agarrada de la mano de Diana, entré en la habitación donde se encontraba Oliver. Nada más entrar, se escuchaba el pitido de la máquina que informaba de sus constantes vitales y se me cayó el alma a los pies al verle.

Llevaba desde el torso hasta el vientre, una venda. Su brazo izquierdo también estaba igual, aunque ahí llevaba escayola. Una mascarilla de oxigeno le proporcionaba todo lo necesario para respirar bien y me di cuenta de que estaba despierto, así que me sequé rápidamente las lágrimas y nos acercamos a él.

- Hola, nene -con mucho cuidado, besé su mejilla y sentí de nuevo su calor. El calor y olor adictivo de Oliver.

Intenté evitar que se quitara la mascarilla, ya que quería hablar, pero no me lo permitió y logró quitársela.

Merece la pena odiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora