35.

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Oliver me regaló dos entradas para un concierto de una banda tributo a Nirvana y casi me lo comí a besos. A ambos nos gustaba ese grupo y lógicamente, fui con él.

Quise vestirme para la ocasión, así que me puse unos pantalones de licra negros que simulaban el cuero. Se pegaban a mi pierna como una segunda piel y en la parte de arriba, un corsé del mismo color con bordeado de encaje encima de la tela negra. Tacones de aguja negros que aunque no solía llevar, la ocasión lo requería y aproveché que ese tipo de zapatos nunca me dolía.

Me dejé el pelo suelto y me puse una chaqueta de cuero. En cuanto salí al salón y Oliver me vio, silbó y me hizo dar una vuelta mientras me recorría de arriba abajo con su mirada de pervertido.

- ¿Quieres volverme loco? me va a dar un infarto... -me abrazó con suavidad y sus labios se posaron con suavidad en los míos, haciendo un beso dulce.

Fue mi turno de alegrarme la vista y lo hice.

Llevaba un pantalón vaquero de color negro chino que le quedaba de infarto y le hacía un culo muy perfecto. Era de cinturilla baja. En la parte superior se puso una camiseta blanca de manga corta sencilla y una chaqueta negra. Estaba guapísimo.

- Voy a tener que estar al acecho toda la noche... -toqueteé tu pecho y Oliver agarró mi cintura comprimida por el corsé.

- No, nena, soy yo quien tiene probabilidades de ir a prisión, esta noche, ¿te has visto? a cualquier tío que te vea se le va a poner dura, te lo aseguro.

Mi mirada bajó inmediatamente hasta su entrepierna y me di cuenta de que tenía razón. No pude evitar reírme.

Cuando llegamos al lugar donde era el concierto, Oliver me presentó a unos colegas suyos con quienes habíamos quedado. Yo no sabía nada, ni si quiera sabía que tenía amigos en Florencia, pero no tenía por qué molestarme. Sus amigos eran muy simpáticos. Tres chicos y dos chicas.

Entramos al enorme pabellón y allí no cabía ni un alfiler, estaba a reventar aquel sitio pero poco a poco, nos fuimos acercando hasta estar casi en primera fila.

Me olvidé de Oliver y de todo el mundo en cuando el grupo empezó a cantar las canciones de Nirvana y la verdad, es que lo hacían muy bien.

Salté, grité, canté y me lo pasé como una niña pequeña en un parque.

- Hola, morenaza -alguien me agarró de la cintura. La voz no me era conocida y al girarme vi un tipo que no conocía de nada. Era alto, rubio, con un poco de barba y olía a alcohol. Miré hacia atrás y no encontré a nadie conocido. Fue entonces cuando me di cuenta que con la emoción del momento, me había movido del sitio y estaba más adelante-. ¿Sabes que bailas muy bien?

- No me toques -le aparté la mano de mi cuerpo y él volvió a agarrarme, esta vez con más fuerza.

- Quiero que te vengas conmigo un rato. Eres muy guapa... -una de sus manos me tocó el trasero y eso fue la gota que colmó el vaso.

Le di un rodillazo en sus partes y el tipo se dobló sobre sí mismo a la vez que se quejaba, pero la música amortiguaba por completo su asquerosa voz.

- Serás zorra -con toda la fuerza que pudo, me retuvo del brazo. Me agarró con tanta fuerza que estuve segura de que me dejaría una marca notable.

- Como no la sueltes, te rompo el brazo -la voz de Oliver a mi espalda me relajó por completo.

- ¿Tú quién eres? lárgate, no es asunto tuyo.

Con un rápido movimiento, Oliver consiguió que me soltase y en un nanosegundo lo tuvo de rodillas con un brazo a la espalda, a punto de partirlo. Esa debía ser una llave prohibida.

Merece la pena odiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora