Capítulo 5

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Megan

De alguna forma, antes de subirme al avión tuve un mal presentimiento, pero decidí ignorarlo. Una decisión súper inteligente. El problema es que jamás, ni en mis pesadillas más extrañas habría podido predecir lo que sucedió después.

En las últimas horas había detenido un ataque terrorista, volé un avión comercial y aterricé con éxito salvando las vidas de más de trecientos pasajeros, tripulación incluida. Es algo que haría en cualquier otro día, prácticamente trabajo de rutina, bastante normal.

Después de responder las preguntas de los periodistas en medio de la pista de aterrizaje, el director de la CIA me acompañó en una camioneta para llevarme directamente hasta el cuartel policial. Tenía que entregar mis declaraciones detalladas de lo que había ocurrido y cuanto antes lo hiciera, mejor. Debía aprovechar que los recuerdos seguían muy frescos en mi memoria.

En el camino, miré a través de los vidrios polarizados del auto, sin pensar en nada en particular. Realmente no sabía qué ocurriría ahora. Mi viaje a Roma al final no había sido nada discreto, lo peor es que ahora mis superiores sabían que había violado el arraigo nacional que existía sobre mí.

Sin embargo, estaba más preocupada por mi identidad que por cualquier otro asunto. Especialmente porque en estos momentos, literalmente todo el mundo la conocía después de lo que hice. Cuando la identidad de un agente es revelada, entonces su carrera estaba acabada.

Al llegar a la estación de policía, esquivamos a los periodistas que se habían congregado ahí para intentar hablar conmigo o tomarme más fotografías. Una vez en el interior del edificio, las personas se me quedaron viendo fijamente. Me mantuve en silencio, incómoda en el centro de la estancia. Fue entonces cuando hombres y mujeres por igual empezaron a aplaudir con enormes sonrisas en sus rostros.

El jefe de policía nos condujo hasta su despacho, donde llenó él mismo los datos de mi declaración. Después de meditarlo un segundo y ordenar mis pensamientos, empecé a hablar sin parar. El jefe escribió todo cuanto salió de mi boca, mientras que el director de la CIA grabó todo el audio de la conversación.

Cuando terminé, me acomodé en la silla acolchada bebiendo una botella de agua que me habían traído. Para entonces, eran exactamente las cinco de la madrugada y yo no había dormido en nueve horas seguidas.

- ¿Qué sucederá con mi identidad ahora que fue revelada?– Pregunté, nerviosa–

- Procederemos con el código K-999– Indicó el director, calmado–

- ¿En serio? Pero sólo se ha utilizado en otras dos ocasiones en la historia– Murmuré, frunciendo el ceño–

- Y la situación lo amerita, tu seguridad es más importante– Respondió, suspirando–

- Nunca he visto cómo funciona el código K-999– Comenté, parpadeando sorprendida–

- Y por una buena razón, cuando sea activado, nadie recordará tu verdadero rostro– Explicó, cruzando los brazos–

Me ordenaron descansar.

Un auto blindado con los vidrios polarizados esperaba por mí en el estacionamiento subterráneo. Me llevaron a mi departamento, donde afortunadamente no había una multitud de gente en la calle esperando verme, aunque fuera de lejos. En el vestíbulo no había nadie, por lo tanto subí por las escaleras de emergencia, ya que no quería arriesgarme a encontrarme a una persona en el ascensor.

Al llegar a mi piso, ni siquiera estaba cansada, al contrario estaba más despierta que nunca con mi mente maquinando a toda velocidad. Era normal, la adrenalina todavía bombeaba la sangre de mis venas y tomaría un par de horas regresar a sus niveles normales. Me quité toda la ropa y me metí desnuda entre las sábanas, durmiéndome apenas apoyé la cabeza en la almohada.

Déjame ir o ámame así (ASP #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora