Megan
Cuando desperté, mi cabeza se sentía pesada y lenta. Al abrir los ojos y contemplar el techo, pensé en la última imagen que había visto en mi mente hace sólo unos segundos. Era el puente de Brooklyn, justo en la mitad entre un extremo y el otro. El pavimento estaba repleto de diminutos fragmentos de vidrio.
La camioneta que había protagonizado el accidente se incendiaba y el fuego ascendía hasta el cielo. La placa con los números de la matrícula estaba abandonada unos metros más allá, doblada.
Cristianno tenía los ojos inundados en lágrimas mientras me miraba desde el suelo, demasiado cerca de las peligrosas llamas del vehículo ardiendo, arrastrándose con una mano extendida en mi dirección, intentando alcanzarme a pesar de la enorme distancia entre nosotros.
Con cada respiración, más me alejaba de él y aunque la persona que me cargaba en su espalda me sostenía con fuerza, no pudo evitar que gritara su nombre y estirara el brazo hacia él, desesperada por sostener su mano.
Ese alarido de angustia y aflicción me sacó abruptamente de mi sueño, justo a tiempo antes de que se convirtiera en una horrible pesadilla. El eco de mi voz todavía resonaba en mi cabeza y mis oídos zumbaban con un desesperante pitido.
Ignoraba cuántas horas, días o semanas habían transcurrido desde que entraba y salía de mis estados de consciencia e inconsciencia. Lo único que sabía es que ya no era capaz de distinguir lo que era real de lo que no.
Jamás debimos ir a Nueva York en primer lugar, todo era mi culpa y mi cerebro me torturaba obligándome a recordar una y otra vez lo que sucedió ese día. Probablemente lo peor de todo es que nada había sido una ilusión: los disparos, las explosiones, el fuego, la sangre... realmente había pasado frente a mis ojos.
Nunca podría borrar esas imágenes de mi mente.
Intenté sentarme en la cama, movimiento que requirió de todo mi esfuerzo, drenando la escasa energía y fuerza que me quedaba. Esta era la primera vez que lograba mantenerme lúcida durante tanto tiempo, así que aproveché de hacer un análisis de mi entorno.
Descubrí que estaba encerrada en una elegante habitación de techos altos y exquisita decoración, lujosa y amplia. Y por si eso no fuera poco, todo estaba cubierto de oro; las paredes, los muebles, los candelabros, los espejos, las sillas, etc.
Me levanté y me puse de pie, deteniéndome cuando reparé en mi ropa. Por alguna razón, estaba usando un vestido dorado, largo hasta el suelo, delicado, provocativo y muy costoso.
Confundida, me acerqué a la ventana y escanee el jardín de la mansión donde era prisionera, forzando el seguro e intentando abrir la ventana, pero fue imposible porque estaba cerrada, al igual que la puerta principal. Por más que traté, no pude derribarla.
Mi corazón latía acelerado en mi pecho y el miedo entorpecía mis pensamientos, paralizándome. Intenté calmarme, más que nada por mi propio bien y salud mental, porque si quería salir de aquí, necesitaba un plan y uno malditamente bueno, porque la persona que había ordenado mi secuestro, era alguien con muchos recursos.
Lo sabía porque el paisaje a mi alrededor había cambiado drásticamente. De una gran ciudad repleta de edificios había pasado a una planicie árida y seca. Pero lo que más me inquietaba no era eso, sino que me habían encerrado en una hermosa habitación y no en una celda, como generalmente se suele hacer.
Rastree cada esquina de arriba abajo, registrando el interior de los cajones y los armarios, buscando cualquier cosa que pudiera darme una pista. Necesitaba saber qué tan lejos estaba de Cristianno. Y lo que era más importante aún: quién estaba detrás de todo esto y qué era lo que quería de mí.
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Déjame ir o ámame así (ASP #2)
RomantizmLa última vez que se vieron, las cosas entre Megan y Cristianno no salieron bien. Surgieron tantos secretos que parecía imposible que las cosas permanecieran como antes. Megan descubrió que los Gabbana asesinaron a sus padres y Cristianno se enteró...