Capítulo 38

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Cristianno

Cuando Megan se desmayó y cayó inconsciente en el suelo, lo vi todo en cámara lenta.

Y una vez que empezó a convulsionar, el mundo entero se detuvo.

Me arrodillé a su lado y con cuidado pero determinación, giré su cuerpo hasta colocarla de costado. De ese modo, la espuma blanca que brotaba de su boca no obstruiría sus vías respiratorias.

Sujeté a Megan con fuerza mientras ella se sacudía con violencia, con los ojos totalmente abiertos y cristalinos.

Más rápido de lo que pensé, el ataque terminó y Megan dejó de moverse.

Consternado, limpié sus labios y presioné mis dedos contra su cuello para sentir su pulso.

Pero el palpitar de su corazón era tan lento y débil, que entré en pánico.

A lo largo de los años había presenciado a suficientes personas agonizando como para saber que la vida de Megan pendía de un hilo y si no hacía algo pronto, se me escurriría entre las manos.

- ¡Alguien llame a una ambulancia, ahora!– Grité desesperado, estrechando el cuerpo de Megan entre mis brazos–

A mi alrededor la gente corría de un lado para otro con nerviosismo, igual que gallinas atolondradas. Más de alguien trató de acercarse a nosotros, pero yo no les permití que pusieran un solo dedo encima de Megan.

Cada vez que lo intentaban, les gruñía y les enseñaba los dientes.

Después de todo, el ser humano seguía albergando los mismos instintos animales y primitivos que hace billones de años atrás.

Mientras esperaba por la ayuda de los expertos, estudié las pupilas de Megan iluminándolas con una luz, notando que no se dilataban como deberían. Y a medida que los minutos pasaban, los labios y uñas de Megan se tornaban azulados y su piel más y más fría y seca, su rostro mortalmente pálido.

Incliné la cabeza y aproximé mi oído hasta su boca, tratando de escuchar su respiración.

Y lo único que podía distinguir era un silbido jadeante, luchando por aferrarse a la vida.

- Maldición Megan... – Susurré apretando la mandíbula, reprimiendo las lágrimas–

Finalmente, la ambulancia estacionó frente a nosotros y los paramédicos bajaron cargando una camilla, donde recostaron a Megan y la amarraron con correas. Le colocaron una mascarilla en la boca y en la nariz y bombearon aire a sus pulmones.

Mientras la subían a la ambulancia, me hicieron un montón de preguntas de las cuales varias no conocía las respuestas; pero aun así me esforcé en decirles todo lo que pude, incluidas aquellas cosas que había presenciado mientras ellos estaban en camino.

Fue entonces cuando vi al chico rubio y de ojos azules con el que me estaba peleando antes, quien contemplaba de pie cómo inyectaban a Megan con múltiples agujas y medicamentos para estabilizarla.

Tomándolo por sorpresa, lo sujeté de la camisa y lo estampé contra el muro de la discoteca, temblando de ira y mirándolo sediento de sangre.

- Escúchame bien imbécil, sea cual sea el resultado de esta noche, te encontraré y te mataré ¿entendiste?– Lo amenacé aplicando presión alrededor de su garganta–

Vi cómo el hombre ante mí comenzó a tornarse rojo por la falta de aire, al mismo tiempo que las venas de su cuello y frente sobresalían. Sus ojos abiertos de par en par me devolvían la mirada con una expresión impotente y testaruda.

Déjame ir o ámame así (ASP #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora