Capítulo 34

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Cristianno

Al instante de salir de la habitación, me arrepentí de discutir con Megan. Quería volver y disculparme con ella, pero no lo hice. En cambio, me alejé de ahí. Y requirió de toda mi fuerza de voluntad mantenerme firme en mi decisión.

Durante el resto del día, Megan y yo no nos encontramos ni una sola vez. De hecho, dudaba seriamente que siquiera haya abandonado su habitación. Sin embargo, por esa misma razón, le pedí a los cocineros que le subieran cada comida.

Sabía que Megan estaba muy enojada conmigo y que probablemente no era capaz de entender la razón de porque no accedí a dormir con ella. Pero esto era necesario, ambos necesitábamos estar solos aunque eso no tuviera sentido, dado que nos traje aquí precisamente para estar juntos.

Teníamos demasiadas cosas que procesar, muchísimos miedos que debíamos enfrentar, tantas incertidumbres que era esencial zanjar...

Pero cuando llegó la hora de dormir, no pude evitar que se me rompiera el corazón al escuchar los gritos de Megan, tan desesperados que hizo temblar las montañas a nuestro alrededor. Y aunque me revolvía en la cama, luchando contra el instinto de abrazarla y protegerla de las pesadillas que la acosaban...

No hice nada.

Me quedé acostado, convenciéndome a mí mismo de que ésta era la única forma.

A la mañana siguiente...

Entré sigilosamente en la habitación de Megan y la encontré durmiendo desnuda, cubierta con la sábana y el pelo suelto sobre la cama. Debía estar agotada, porque ni siquiera se movió cuando coloqué un ramo de rosas a su lado.

Con eso, creía que por fin se decidiría a salir de su habitación, así que esperé en el comedor con la mesa preparada para el desayuno

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Con eso, creía que por fin se decidiría a salir de su habitación, así que esperé en el comedor con la mesa preparada para el desayuno... pero ella jamás apareció.

Así transcurrió el tiempo durante tres días: por la noche escuchaba a Megan gritar y por la mañana, le dejaba un ramo distinto de sus flores favoritas, con la esperanza de que terminara con su aislamiento.

Lamentablemente, la situación no cambió. Y yo estaba empezando a preocuparme, porque desde que habíamos llegado, Megan no había dejado su habitación en ningún momento. Les había pedido a los sirvientes que estuvieran atentos por si la veían merodear por el castillo, pero desde un principio supe que eso era una causa perdida.

Megan era una espía, la habían entrenado para no ser vista ni oída a menos que así lo quisiera. Incluso podía apostar a que ya había caminado ante las narices de mis sirvientes y ellos ni siquiera lo habían advertido.

Estaba frustrado, pero no podía echarle la culpa a nadie. Lo único que podía hacer era esperar.

Esa noche estaba de pie en el pasillo, al lado de la puerta de Megan, esperando a la sirvienta que le traía comida. Cuando la muchacha salió, cargando una pesada bandeja de plata, me miró y negó con la cabeza.

Déjame ir o ámame así (ASP #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora