Capítulo 36

4.5K 204 120
                                    

Cristianno

Desde el primer instante en el que Megan despertó en esa camilla de hospital en Rumania, supe que eventualmente ella se iría y me dejaría. Lo veía en sus ojos y en la expresión de su rostro cuando creía que no la estaba mirando.

Obviamente su partida me dolió, pero ya me había anticipado a ella y así poder soportarla.

Jamás quise que se fuera ―por Dios, la amaba más que a nada en este mundo― pero no podía retenerla y encerrarla para siempre en el castillo como una prisionera, mucho menos en contra de su voluntad. Eso sólo terminaría por convertirme definitivamente en un monstruo.

Además, Megan tenía razón: gracias a Hanna, ambos estábamos bastante jodidos por dentro y teníamos un montón de problemas que necesitaban solución. Es por eso que en estos momentos, simplemente no podíamos estar juntos.

No obstante, eso no significaba que estar separados no nos estuviera matando lentamente.

Dado que no sabía cuándo volvería a ver a Megan otra vez― asumiendo que efectivamente algún día nos encontraríamos de nuevo― decidí volver a casa.

Once horas después...

El vuelo a Las Vegas fue largo y aburrido, pero cuando finalmente aterricé, era nuevamente Cristianno Gabbana: líder de la mafia italiana en Estados Unidos.

Nadie sabía de mi regreso, por lo tanto el aeropuerto estaba vacío: no habían ni autos ni guardaespaldas esperando recogerme. Parecía la oportunidad perfecta para probar el nuevo Lamborghini Centenario LP770-4.

El auto era una máquina maravillosa, monstruosamente rápido

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El auto era una máquina maravillosa, monstruosamente rápido. Tanto, que no pude resistirme a la tentación y terminé comprándolo. Así que conduje por la carretera a toda velocidad y estacioné en mi mansión sin ser visto ni oído.

Admiré el Lamborghini durante mucho tiempo, pensando que eventualmente alguno de mis sirvientes saldría a recibirme. Pero nadie lo hizo.

Entré en la mansión sin mayor problema y agudicé el oído, notando que no se escuchaba nada, ningún sonido... Y eso era muy extraño.

- Debo revisar el sistema de seguridad con urgencia... - Susurré para mí mismo, resignado-

¿Qué diablos estaba pasando? ¿Para qué mierda les pagaba a los guardias? Había sido asquerosamente fácil penetrar en mi propiedad sin que absolutamente nadie me detuviera. Joder, al parecer si yo no estaba presente, entonces nada funcionaba como correspondía.

Ahora mismo no estaba de humor para lidiar con ese tema, en cambio crucé el vestíbulo y subí las escaleras hasta el segundo piso, encaminándome a mi despacho. Una vez ahí, tomé asiento en mi escritorio y me puse al corriente con la montaña de papeles que esperaban amontonados y que había dejado abandonados.

Déjame ir o ámame así (ASP #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora