Cristianno
Estaba dormido o tal vez inconsciente, cuando agua congelada cayó directamente sobre mí, dejándome empapado de pies a cabeza. Me incorporé violentamente, asustado, respirando con dificultad, tosiendo y gruñendo.
Las cadenas y los grilletes en mis manos tintinearon al moverme, sacudí la cabeza y abrí los ojos, viendo borroso a través de mis pestañas mojadas. Lo primero que distinguí fue a la mujer de furioso cabello rojo sangre que me mantenía prisionero, encadenado a la pared y semidesnudo. De pie a su lado se encontraba uno de sus secuaces, sosteniendo un balde vacío.
Le sonreí con repulsión, esforzándome por permanecer en pie, utilizando la pared a mis espaldas como apoyo. Destellos de dolor recorrieron cada centímetro de mi cuerpo, pero no me importó, me concentré en la mujer que tanto odiaba situada frente a mí.
- ¿Cómo te sientes Cristianno?–Preguntó cruzándose de brazos, hablando con voz tersa y clara–
- Excelente– Gruñí, esbozando una mueca contenida por el dolor–
- ¿De verdad? No lo parece, tienes un aspecto horrible y estás temblando– Comentó, ladeando la cabeza, estudiando cada milímetro mi cuerpo–
- Ni siquiera lo había notado– Mentí encogiéndome de hombros, suprimiendo los espasmos–
- Si tú lo dices, ¿estás cómodo?– Murmuró alzando una ceja, arrugando la nariz–
- Bastante, aunque me sentiría más satisfecho si tuviera mis manos alrededor de tu cuello, ahorcándote– Bramé sintiendo la ira fluir como fuego en mis venas–
Antes de que pudiera ver la reacción en su reacción ante lo que había dicho, otro balde de agua helada cayó nuevamente sobre mí. Me sacudí como un perro y volví a centrar toda mi atención en ella, sintiendo mi piel erizarse por el frío, al igual que mis labios tornarse azules.
- Lástima, me temo que tendrás que limitarte a seguir imaginándolo– Suspiró aburrida, contemplando sus uñas–
- ¿Qué mierda quieres?– Inquirí con fiereza, enseñándole los dientes–
- He venido a decirte que tu representación del otro día fue perfecta, causó los resultados deseados– Explicó sonriendo ampliamente, feliz y orgullosa–
- ¿Cómo lo sabes?– Interrogué sin ánimo o curiosidad alguna–
- Mis informantes han confirmado que mi pez gordo viene hacia aquí para rescatarte– Indicó ella lamiéndose los labios, analizando mi reacción–
- ¿Vas a decirme de quién se trata?– Pregunté entrecerrando los ojos, apretando las manos en puños–
- ¿Y eso para qué? Llegará en un par de horas, supongo que no te molestará esperar un poco más ¿no? Mejor que lo veas por ti mismo– Argumentó encendiendo un cigarro, inhalando una profunda calada–
- De acuerdo, entonces dime para qué es todo esto– Demandé, escupiendo las palabras–
- No es necesario, eres sólo un peón en todo esto– Bufó, soltando una carcajada divertida–
- Te has tornado creativa, ahora haces comparaciones con un juego de ajedrez– Comenté alzando una ceja, sonriendo–
- Pasatiempo donde debo decirlo, yo soy la reina– Reflexionó en voz alta, engreída y altanera–
- ¿Y dónde está tu rey? No lo he visto por ningún lado, ¿acaso existe?– Contraataqué, disfrutando ver su rostro atónito–
La mujer no respondió a mi comentario insidioso como esperaba que lo hiciera. Al contrario, se quedó completamente callada. Apretó los labios en una fina línea, al mismo tiempo que sus ojos se tornaban brillantes.
- Lo siento, al parecer toqué una fibra sensible– Proseguí provocándola, viendo que por una vez yo tenía el control de la situación–
- Escucha Gabbana: de los cuatro reyes y reinas que comenzaron participando en este juego, sólo uno permanecerá en pie y voy a ser yo– Anunció caminando en mi dirección–
Ella estrelló el cigarro encendido contra mi pecho, quemando mi piel sin piedad.
- ¿Es una amenaza? ¿Acaso yo soy uno de esos cuatro?– Inquirí, mirándola directamente a los ojos, resistiendo la quemadura en mi pecho–
- Descansa mientras puedas, porque no te queda mucho tiempo de vida– Concluyó, gélida como un témpano de hielo–
La mujer arrojó la colilla de cigarro apagado a mis pies, me dirigió una última mirada asesina, se dio la vuelta y se marchó. Sólo entonces, cuando estuve totalmente solo, me permití caer sobre mis rodillas y retorcerme de dolor con libertad, todo lo que había estado aguantando en silencio desde que ella había aparecido en mi celda. Mi cuerpo latía por el tormento, tanto que mi cerebro no lo resistió y volví a caer inconsciente.
Horas después...
Desperté con una brutal bofetada en la cara.
Reaccioné al instante, alarmado y desorientado. Frente a mí había tres secuaces y en menos de un segundo, me sujetaron de los hombros contra la pared e inclinaron el contenido de un pequeño frasco de cristal en mi boca, tan rápido que lo tragué antes de pensar en escupirlo.
Mis labios, lengua y garganta ardieron con los residuos del líquido que había bebido, así que tosí hasta que me faltó el aire. Entre los tres secuaces me levantaron y volvieron a estamparme contra la pared. Me quitaron los grilletes y las cadenas de las manos y de un tirón me empujaron para que caminara. Mi cuerpo gritó de dolor, pero yo mantuve la boca bien cerrada, no le demostraría a nadie lo débil que realmente estaba, aunque estuviera a punto de perder la conciencia de nuevo.
Me amarraron firmemente las manos detrás de la espalda con una cuerda. Dos secuaces se pusieron uno a cada lado y me sostuvieron de los brazos para guiarme y evitar que escapara, mientras que el tercero lideraba la marcha. Caminé tambaleándome, producto del resentimiento de mis músculos y huesos al adoptar una mala postura durante horas o incluso días, además de los extraños efectos que estaba produciendo en mi cuerpo lo que sea que me hubieran dado de beber.
Deambulé por estrechos pasillos inhóspitos, cruzando estancia tras estancia, todo sumido en la más densa oscuridad. El frío era general, jamás me abandonó en mi trayecto. Tampoco vi ninguna ventana, por lo tanto no podía saber si era de día o de noche, estaba totalmente perdido. Ignoraba cuántos días habían pasado desde que todo salió mal, pero al parecer habían sido muchos porque estaba delgado y mi cuerpo decorado con moretones de todos los tamaños y colores.
Después de mucho andar, finalmente llegamos a un galpón bien iluminado, amplio y espacioso pero completamente vacío. Un ejército de hombres lo repletaban, camuflados por las sombras, sin llamar la atención.
Sobre una tarima en el centro de la estancia, sentada en un sillón de terciopelo negro y fumando un cigarro, estaba la mujer causante de todo esto. Y de pie frente a ella, contemplándome fijamente, la única persona de todo el mundo que no quería ver en este preciso lugar.
El aire abandonó mi cuerpo, sentí cómo un imán invisible me atraía a ella en un lazo inquebrantable. No podía creerlo, pero ella realmente estaba justo ante mis ojos, tan hermosa como siempre.
- Megan– Susurré, jadeando–
- Cristianno– Murmuró, esbozando una fugaz sonrisa de alivio–
Mi instinto me decía que esto estaba a punto de ponerse muy feo.
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Déjame ir o ámame así (ASP #2)
RomanceLa última vez que se vieron, las cosas entre Megan y Cristianno no salieron bien. Surgieron tantos secretos que parecía imposible que las cosas permanecieran como antes. Megan descubrió que los Gabbana asesinaron a sus padres y Cristianno se enteró...