Capítulo 13

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Megan

Habían pasado dos meses desde que me fui para seguir a Aurora como guarda parques en la polinesia francesa, santuario de miles de islas con una biodiversidad compleja. No era un trabajo fácil, debíamos recorrer las islas dos veces al día para estudiar la flora y fauna, limpiar la basura que llegaba a las playas, además de enfrentar a los turistas que llegaban sin autorización para instalarse en la costa.

Había que hacer tantas cosas que generalmente me quedaba poco tiempo para ocuparme de mí misma aparte de lo básico, lo cual era bueno porque de esa forma me resultaba imposible en pensar en cuánto extrañaba a mis amigos. Cuando encontraba un poco de calma, me concentraba en lidiar con mis problemas.

Poco a poco avanzaba en la recuperación, notaba que mis heridas cicatrizaban y entusiasmo por vivir regresaban a mi alma lentamente. Aurora había resultado un pilar fundamental en esa transformación, sin su apoyo me habría rendido al primer instante de debilidad.

Nuestra conexión era sorprendente, como si nos conociéramos de siempre, incluso a veces creía que el destino la habían enviado a mí porque era precisamente hoy cuando más la necesitaba. Dado que pasábamos todo el tiempo juntas, conversábamos muchísimo sobre distintos temas, especialmente la familia, nuestras vidas y pensamientos extraños susurrados a la luz de las velas.

Incluso le había contado todo lo que había ocurrido con Cristianno.

Aurora era mi tía, pero a medida que la conocía sentía que era cada vez más una amiga. Ella tenía un espíritu muy sabio y fresco, me enseñó sobre temas que nunca me hubiera interesado antes, me mostró que toda vida es valiosa, incluso la de animales y plantas. También me ayudó a digerir la culpa que sentía por mí misma, me hizo observar el mundo de forma diferente y entender que por más que esté hundida en un pozo sin fondo, siempre había una forma de salir.

Lo único en lo que no me pudo ayudar fue en las manchas de sangre que yo veía en mi mano por la cantidad de personas que he asesinado por mi trabajo. No me podía dar consejos sobre eso porque jamás compartí mi inquietud con ella. Era demasiado personal, por lo que consideraba que tenía que aprender a vivir con eso yo sola. Aparte de ese pequeño detalle, mi progreso era impresionante, el aislamiento intenso y prolongado me habían obligado a enfrentarme con los lados más oscuros de mi personalidad.

Sin embargo, ya estaba llegando a un punto donde necesitaba ver a otras personas.

Deambulé por nuestra casa totalmente equipada situada en la copa de los árboles en medio de la selva. Estaba buscando a mi tía, pero ella no estaba en ninguna parte así que me vestí con mi traje de baño junto con unos shorts. Bajé a tierra firme dirigiéndome a la playa, cruzando el bosque tropical de palmeras.

Cuando abandoné la sombra, la arena estaba caliente y el sol brillaba en lo alto del cielo despejado. Una brisa cálida alborotaba mi cabello y el olor a agua salada inundaba mis pulmones. No tuve que caminar demasiado para encontrar a Aurora, ya que estaba acostada en la arena boca abajo al lado de una tortuga marina que descansaba a su lado.

- Sabía que te encontraría aquí– Comenté, soltando un suspiro con las manos apoyadas en la cadera–

- Esta tortuga luce extraña, no tengo un buen presentimiento– Susurró con una mueca–

- ¿Cuánto tiempo llevas observándola?– Pregunté, frunciendo el ceño–

- No tengo idea, sabes que pierdo la noción del tiempo– Masculló, tornando los ojos en blanco–

Aurora tocó el caparazón de la tortuga con preocupación.

- Megan, debo ir a Tahití a hacer las compras de la semana, pero no quiero dejar sola a esta tortuga– Comenté, mordiéndose el labio–

Déjame ir o ámame así (ASP #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora