Cristianno
Había estado caminando sin rumbo en la oscuridad durante horas y mientras más avanzaba, más me convencía de que este lugar no tenía principio ni fin. No tenía ni idea de lo que era este sitio y tampoco entendía cómo había llegado a parar aquí, no podía recordar nada por más que me esforzara.
Traté de buscar cualquier tipo de información hurgando en mis bolsillos, pero sólo encontré mi celular, mi pistola, un juego de llaves y una caja pequeña con un collar de diamantes en forma de corazón. Objetos interesantes, pero ninguno muy útil.
Volví a guardar las cosas en su lugar correspondiente, pero de la nada mi celular resbaló de mis manos y cayó al suelo con el sonido de un chapoteo. Me agaché para recogerlo pero di un brinco cuando la pantalla en blanco del celular se encendió, iluminando mi rostro y disolviendo la aplastante oscuridad que me rodeaba.
Una voz a lo lejos comenzó a decir mi nombre. Resonaba en mi mente y reverberaba como una onda magnética a lo largo de todo mi cuerpo, recorriéndolo como un choque de energía eléctrica.
Cuando me levanté, un espejo antiguo suspendido en el aire captó toda mi atención. Hipnotizado, me acerqué para contemplarlo de cerca. Estaba tan concentrado admirando la reliquia, que no había reparado en mi reflejo.
Al verme, constaté que lucía por lo menos diez años más viejo. Sorprendido y asustado a la vez, toqué mi rostro, palmándolo con las manos, sintiendo que la textura de mi piel efectivamente había cambiado. Ya no era tersa, sino que áspera. Tenía un poco de barba, el cabello más corto, algunas arrugas y ligeras ojeras debajo de los ojos.
Con desconfianza, estiré una mano y toqué el vidrio del espejo. Fue entonces cuando algo extraño sucedió: mi mano atravesó el cristal con facilidad. Boquiabierto, la introduje más profundo, primero la muñeca, luego el codo, el hombro y finalmente todo mi cuerpo hasta adentrarme por completo en el espejo.
Caminé unos pasos a la deriva, estirando los brazos para evitar tropezar en la oscuridad. Al chocar contra una superficie sólida que se alzaba sobre y frente a mí, moví mis manos por encima, tratando de encontrar algo que me ayudara a identificar qué era. Mis dedos dieron con una perilla, así que por instinto, la giré, abrí la puerta y un halo de luz me cegó.
Avancé cubriéndome los ojos hasta entrar en una estancia perfectamente amueblada. Confundido, contemplé todo a mí alrededor, preguntándome dónde diablos estaba. No reconocía nada. Di vueltas buscando un indicio, cualquier cosa. El verme diez años más viejo me había alterado, necesitaba respuestas ahora.
- ¿Cristianno? ¿Qué estás buscando cariño?– Preguntó una dulce y cariñosa voz a mis espaldas–
Al darme vuelta, lo que vi me dejó aún más estupefacto, si es que eso era posible. Era nada más ni nada menos que Martina Sarmiento, también diez años mayor. Su cabello estaba largo, sus ojos brillaban con intensidad y sonreía ampliamente. Pero eso no es todo, además cargaba a un bebé en brazos, que no debía tener más de dos años.
- ¿Estás bien? Te ves muy pálido, luces como si hubieras visto a un fantasma– Se rio ella acercándose a mí, acariciando mi rostro y besándome en los labios–
- ¿Cómo es que...?– Susurré frunciendo el ceño confundido–
- ¿Y eso? ¿Es para mí?– Interrumpió ella con ilusión, señalando la caja en mi mano derecha, que había aparecido mágicamente–
- Pues
- ¿Puedo ver?– Inquirió mordiéndose el labio, aguardando–
No respondí, señal que ella interpretó como un sí. Cogió la caja de mi mano sin soltar al bebé y la abrió, boquiabierta. Admiró el collar de diamantes en forma de corazón unos segundos y luego levantó la mirada hasta posarla sobre mí. Su rostro resplandecía como nunca lo había visto hacerlo.
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Déjame ir o ámame así (ASP #2)
RomanceLa última vez que se vieron, las cosas entre Megan y Cristianno no salieron bien. Surgieron tantos secretos que parecía imposible que las cosas permanecieran como antes. Megan descubrió que los Gabbana asesinaron a sus padres y Cristianno se enteró...