Capítulo 9

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Megan

No tenía idea de dónde estaba, cómo había llegado hasta ahí y mucho menos lo que había sucedido. Pocos minutos después logré descifrarlo bastante bien. El olor inconfundible del desinfectante, las medicinas y la enfermedad me indicaban que estaba ingresada en un hospital.

Poco a poco empecé a recuperar la conciencia, abriendo los ojos lentamente. Intenté incorporarme en la cama, pero un dolor intenso en el costado izquierdo me atravesó de un lado a otro, impidiéndome realizar cualquier movimiento. Resoplando de impotencia, apreté los labios en una fina línea.

Colocando una mano sobre la herida, presionándola con fuerza para evitar que sangrara en exceso, conté mentalmente hasta tres y aparté las sábanas, sentándome en la camilla. Bajé los pies al suelo y me puse de pie. Mi cuerpo amenazó con perder el equilibrio, así que extendí el brazo y me apoyé contra una pared.

Caminé con dificultad hasta la puerta de la habitación, cuando la empujé lo primero que vi fue a una mujer de mediana edad con el cabello castaño oscuro muy corto y los ojos verdes como la selva. Ambas nos quedamos mirando fijamente, sin mencionar una palabra, dejando que los segundos se deslizaran a nuestro alrededor.

- ¿Quién es usted?– Pregunté, mi voz sonando ronca–

- No deberías estar en pie– Respondió, mirándome con desaprobación–

La desconocida dio un paso adelante intentando acercarse a mí, pero yo retrocedí.

- Estoy perfectamente bien– Contesté, alerta y defensiva–

- Deberías sentarte– Indicó, señalando la cama–

- ¿La conozco?– Interrogué, entrecerrando los ojos–

- Me temo que no, pero si te sientas te lo explicaré– Comentó, cortante e inflexible–

Sin darle la espalda en ningún momento, regresé a la cama, sentándome despacio. La mujer también entró en la habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Luego se sentó en una silla solitaria, colgando su cartera del costado, permaneciendo en silencio. Me sentía impaciente, acababa de despertar y todavía no sabía quién era esta desconocida. Odiaba que las personas no hablaran rápido cuando lo necesitaba. Pero debía esperar, no conocía a esta mujer y no debía provocarla, ignoraba qué asuntos tenía conmigo.

- Me llamo Aurora– Se presentó, dedicándome una sonrisa algo incómoda–

- Un placer, soy Megan– Respondí, estudiándola de arriba abajo–

Unos mechones de cabello cayeron sobre su rostro bronceado por el sol y ella los apartó sacudiendo la cabeza. Su ropa ligera y fresca me confundía, parecía que había venido directamente desde la playa.

- Escucha, no sé cómo vayas a tomarte esto, pero creo que de todas formas necesitas saberlo: soy tu tía, la hermana mayor de tu madre– Confesó, soltando un gran suspiro–

- ¿Perdón?– Pregunté, atragantándome con mi respiración–

- Soy el único pariente vivo que tienes– Explicó, mordiéndose el labio y juntando sus manos–

El mundo pareció detener su curso.

No entendía cómo encajaba esta nueva información en el rompecabezas que era mi vida, para empezar, mi madre jamás me contó que quería más hermanos, nunca especificó nada al respecto y mi padre era hijo único hasta donde sabía.

- Mi madre nunca me habló de usted– Contraataqué cruzándome de brazos en la cama, desconfiada–

- ¿De verdad? Vaya, no pensaba que mi propia hermana sería capaz de negar por completo mi existencia– Comentó, alzando una ceja y soltando un bufido–

Déjame ir o ámame así (ASP #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora