Capítulo 28

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Amara

Llené mi organismo con un cóctel tan diverso de sustancias que rápidamente me volví loca, al nivel de tener sexo en un baño con un hombre. Normalmente no me comporto así, sino que peor, pero esta era una situación especial, así que estaba celebrando con precaución.

Sin embargo, antes de poner en marcha mi plan suicida, debía ocuparme de un asunto crítico. Cuando terminé con mi vagabundeo desenfrenado, me planté frente a las puertas de uno de los cientos de edificios de Nueva York. Me adentré en el interior del recinto sin que nadie reparara en mí, subiendo en el ascensor hasta el piso 30. Con el sigilo de una pantera, irrumpí en el inmueble y me deslicé como una sombra hasta el dormitorio principal.

En la cama, dos personas desnudas dormían con respiraciones acompasadas, un hombre y una mujer. Me moví hasta el costado derecho, cerniéndome sobre el hombre, estirando mis manos para colocarlas sobre su cuerpo.

Pero entonces la mujer despertó, sentándose en la cama y mirándome con los ojos muy abiertos, la sábana pegada al pecho. Coloqué mi dedo índice sobre mis labios, indicándole que mantuviera la boca cerrada. Hizo justamente lo contrario y gritó con todo lo que sus pulmones le permitían.

Con una maniobra fugaz, tomé mi pistola con silenciador y le disparé en la frente, entre ceja y ceja, sin titubear ni un segundo. Cayó muerta sobre las almohadas. Maldije mentalmente y me enfrenté al hombre, que había despertado gracias al espectáculo.

- ¿Qué...?– Preguntó entornando los ojos, todavía demasiado somnoliento como para reconocerme–

- Buenas noches, Dean– Lo corté saltando sobre él como una fiera–

Presionando los puntos vitales de su cuerpo con la técnica milenaria china que me habían enseñado en la CIA, lo sumí en un profundo estado de inconsciencia e inmovilización.

Y así sin más, secuestré a Dean Reynolds.

Cuando llegué al refugio que había seleccionado, amarré firmemente a mi prisionero de pies y manos contra la rueda de metal suspendida en la pared, mi aparato de tortura preferido. Al terminar contemplé mi obra de arte desde lejos, orgullosa. Había copiado la posición del hombre de Vitrubio del dibujo de Leonardo Da Vinci y no podía sentirme mejor. Sí, aunque no lo crean, sé algo de cultura general.

Coloqué una silla frente a Dean y me senté a esperar, cruzando las piernas

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Coloqué una silla frente a Dean y me senté a esperar, cruzando las piernas. Los efectos de presionar los puntos vitales de energía en su cuerpo no duraban mucho, por lo tanto, según mis cálculos, debería despertar pronto. Pero el tiempo corría y no sucedía nada. Cansada de esperar e impaciente, extraje mis dagas y me puse de pie.

Dispuesta a jugar un rato, lancé las dagas con precisión a través de la estancia, usando a Dean como objetivo. Las armas se incrustaban con fuerza en el metal, trazando la silueta de su cuerpo.

Déjame ir o ámame así (ASP #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora