Capítulo 25

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Megan

Después de un vuelo de cuatro horas en el jet de Hassan, aterricé en Bucarest, la capital de Rumania. Cargando mi mochila al hombro y caminando con paso firme, me dirigí hasta la salida del aeropuerto. Fue entonces cuando localicé a mi objetivo: en una esquina apartada y solitaria, un muchacho se abrochaba la chaqueta y se colocaba el casco para subir a su moto. Como una sombra, me acerqué a él por detrás y lo empujé con fuerza, estampando su cara contra la pared.

- ¡¿Pero qué carajo...?!– Gruñó sorprendido, removiéndose y luchando por liberarse–

- Necesito tu moto– Dije entre dientes–

- ¡¿Qué?! ¡¿Estás loca?!– Exclamó iracundo, apretando las manos en puños– ¡Vete al diablo!

- Tengo prisa, así que créeme, no te conviene hacerme enojar– Indiqué presionando mi pistola contra su nuca, quitándole el seguro–

Y como por arte de magia, el muchacho levantó ambas manos en señal de rendición, entregándome su chaqueta, el casco y las llaves de la moto. Con una mirada fiera, le advertí que daba aviso de lo que había ocurrido, lo mataría. Así que aceleré a través de las calles despejadas de nieve, esquivando el tráfico. La ciudad estaba cubierta de nieve, dado que el invierno estaba en pleno apogeo. Hubiera sido un espectáculo hermoso de admirar, si tan sólo las circunstancias hubieran sido distintas.

Mientras conducía hasta las afueras de la ciudad, me preparé mentalmente para convertirme en mi peor enemigo

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Mientras conducía hasta las afueras de la ciudad, me preparé mentalmente para convertirme en mi peor enemigo. Me metí en la piel de mi personaje, transformándome en el soldado que la CIA había entrenado y perfeccionado. Muté cada jodida célula y molécula de mi cuerpo hasta volver a ser la despiadada y trastornada asesina que era... Hasta convertirme en Megan Carter otra vez.

Para cuando detuve la moto frente al enorme galpón y apoyé un pie sobre el sucio asfalto, la antigua Megan se había esfumado. La persona que ocupaba su lugar era la espía que se había hecho famosa en el mundo del crimen, aquella que se había forjado una reputación y se había ganado un apodo y el respeto de gángsters, estafadores, mafiosos, narcos, fabricantes de armas y proxenetas.

Caminé alrededor del perímetro, cuidando de no ser vista por los guardias armados con ametralladoras que resguardaban el lugar. Luego de activar los códigos de seguridad de las diez bombas que había traído conmigo, las deposité alrededor del galpón. De ser necesario, las detonaría y reduciría a cenizas la estructura.

Cuando terminé, volví sobre mis pasos hasta plantarme frente a la puerta principal del galpón. Al verme, los guardias me apuntaron con sus armas, marcando mi cuerpo con millones de luces láser.

- ¿Qué esperan? Llévenme ante ella– Aullé sonriéndoles burlonamente, abriendo los brazos dramáticamente–

Déjame ir o ámame así (ASP #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora