Capítulo 10

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Cristianno

Cuando me enteré que a Megan le habían permitido abandonar el hospital, le indiqué a mi chofer que me llevara de inmediato a su departamento. Una vez en su hogar, descargué hurgar en su espacio personal y me limité a sentarme en el sillón del salón a esperar a que ella llegara.

Su reacción cuando me viera en su territorio definiría cómo se desarrollaría nuestra relación a futuro, aunque estuviéramos separados. Por eso cuando ella entró tan radiante y hermosa a pesar de venir directamente desde el hospital, mi corazón se aceleró sin que yo pudiera evitarlo.

Su cabello castaño caía suelto por su espalda, mientras que su rostro estaba totalmente limpio sin una gota de maquillaje. Contemplarla mientras Megan lucía tan natural me hizo recordar los meses que había pasado a su lado, aunque no hubiera sido demasiado tiempo, era más de lo que había estado en una relación con nadie más.

Ahora que la tenía frente a mí, mirándome sorprendida por mi presencia en su departamento, sentí que volvía a enamorarme de ella. No podía engañarme a mí mismo, los sentimientos que creía enterrados regresaron a la superficie porque siempre estuvieron ahí. A pesar de todo lo que había ocurrido y las cosas horribles que nos habíamos recriminado uno al otro, la amaba con la intensidad de un millón de soles.

Extrañaba verla todos los días, hora tras hora y sentir su cuerpo contra el mío. Extrañaba nuestras conversaciones en la madrugada, las sonrisas que me dedicaba cuando le susurraba palabras dulces al oído y la forma en la que se entregaba a mí cada noche. Extrañaba sus frustrados intentos por cocinar, su risa vibrando en su pequeño departamento de Roma, el aroma de su piel. Extrañaba cómo sus ojos grises atravesaban mi corazón cada vez que me miraba.

Me moría por besarla.

Megan se movió con dificultad, apoyando una mano en la herida del costado izquierdo que casi le había provocado la muerte. Fuera de eso, parecía estar en perfecto estado, lo cual me transmitió un inmenso alivio. El simple hecho que estuviera viva y respirando frente a mí ya era razón suficiente para estar agradecido.

En momentos así es cuando olvidaba lo que esta mujer me había hecho, lo que realmente planeaba contra mi familia cuando entró en mi vida. Esta debilidad que sentía por ella era peligrosa, tenía que recordar que Megan era una mentirosa experta, por lo tanto no podía confiar en ella. Aunque la habían suspendido de su puesto como espía, en teoría seguía trabajando para la CIA.

Lo peor de todo no era eso, era no poder demostrar ninguna clase de afecto hacia ella. En lugar de acercarme para abrazarla y estrecharla en mis brazos, tenía que resistirme y permanecer sentado. Debía interpretar un papel específico, fingiendo que ya no la amaba y que su presencia no provocaba nada en mí. Mi rostro tenía que estar inexpresivo, mostrar una mirada hermética e indolente.

El hecho que tuviéramos que mantener la distancia entre nosotros no significaba que no pudiera divertirme un poco. Cuando estaba a punto de irme, aproveché la oportunidad de acercarme a Megan para susurrarle al oído una pequeña advertencia inocente. Sin pedirle permiso, me di el lujo de besar su mejilla, rozando con los labios su piel suave y tersa, tal vez por última vez en la vida.

Pensé que ella me apartaría de un empujón, por eso me sorprendí cuando noté cómo Megan se estremecía bajo mi contacto. Sintiendo un incendio que se propagaba por mi cuerpo, apreté la mandíbula para controlar el impulso de acorralarla contra la pared. Pero me controlé, me alejé de ella y caminé hacia el ascensor. Mis sentidos estaban mareados por su perfume que se había adherido a mi ropa.

El ascensor bajó hasta el vestíbulo, lo atravesé dando grandes zancadas y salí a la calle. Mi auto esperaba estacionado frente al edificio, cuando el chofer me vio abrió la puerta para que yo pudiera entrar. Permanecí sentado en el auto, reflexionando mientras el chofer esperaba mis órdenes. Después de considerarlo unos segundos, le indiqué al conductor que se dirigiera al edificio Empire State.

Déjame ir o ámame así (ASP #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora