Escribo esto sin uso de razón, con coraje por encima, con dolor y sufrimiento en mi interior, maldita sea, pronuncie, y repetí, trece veces lo hice, trece veces sentí alivio en mí, estaba enfurecida.
Fueron trece noches, y trece constantes lunas, en las cuales toda la maldita noche tenía que contemplarlas, mientras no dormía, simplemente andaba en la vagancia, no era nadie, ni me sentía nada, era simplemente una flor marchita, y muerta, sin vida, muerta...
Mis ojos estaban secos, mis lagrimas se habían consumido, ya no valía nada, ni aquellas monedas baratas que pagan para acostarse contigo.
Estaba ahí, acostada, sin movimiento, solo pensamientos, me sentía sucia, me sentía inservible, me sentía basura.
Trece noches llenas de sufrimiento y desesperación, sólo esperaba que llegaras para recibirte, tenía ansiedad, te necesitaba, y tú, no estabas ahí, te habías ido, quizá estabas divirtiéndote con una chica, quizá sólo gozabas del sueño, quizá tenias insomnio, o quizá, pensabas en mí.
Tenía un cielo entero por delante, era lo único que esperaba.
Como siempre, me conservaba bella, bella por si decidías visitarme, quizá si vinieres, vendrías ebrio, o vendrías a consecuencia de las drogas, pues cuerdo, no lo creo.
Siempre que nos veíamos, éramos amantes desconocidos, dispuestos a todo, pero no a amarnos, eran momentos que no quería que acabaran, momentos en los que al día siguiente tú te habías ido.
Después de trece días así, me pare, tenía un dolor insoportable en mi cabeza, así que, para variar prendí el cigarro que estaba en mi bolsa, aquel cigarro sabor cereza, y comencé a dañar mis pulmones nuevamente con este, puse una canción, "total eclipse of the heart", la canción no me impresionaba, pero si me traía recuerdos de ti.
Me metí al baño, y me moje un poco el rostro, me mire al espejo, físicamente estaba bella, pero internamente estaba rota, y vacía.
Tome mi cigarro, y salí un poco, ahí estaban las muchachas de la noche anterior, se ofrecían por una miseria, como si su cuerpo lo valiera, pero que me importa, es su vida.
Salí a tomar un poco de aire fresco, en aquel árbol de al fondo, se contemplaban luciérnagas, llenas de vida, y alegría, me recordaron tus ojos, esos ojos marrones, llenos de amor, y vida, esos ojos color galaxia, color pasión, y deseo.
Volví a inhalar de aquel cigarro sabor cereza, recordándote una vez más, prendí mi teléfono, y en la pantalla se iluminó una foto tuya, accedí a los mensajes, y leí uno por uno, perdiendo la noción del tiempo, leí uno por uno, cuando me jurabas amor eterno, y míranos, estamos tan distantes, tan lejanos, después, leí el ultimo mensaje, tenía algo así, como lo ultimo que me susurraste al oído, "eres celestial".
De mis ojos brotaron dos amargas lagrimas, quizá las últimas, ya me las había acabado.
Voltee, y en eso, vi a una de las chicas, entro en un auto, tenía la sonrisa más falsa, era una falsa, fingía felicidad, cuando estaba rota por dentro.
Me limpie las lagrimas, y el enojo me lleno, pensé, ellas vendiéndose por una miseria, y yo pidiendo que a precio de mi amor, me vendan su alma, ¡que infame soy!.
Inhale por ultima vez mi cigarro, y me senté en una banca, todo estaba oscuro, las posibilidades de que me hicieran algo eran muchas, pero ya no me importaba, entre tantas chicas que se iban, una se sentó junto a mí, nunca pronunció palabra alguna, pero a leguas se notaba su tristeza, apestaba a alcohol, se veía debastada, tendría unos veintiocho años, y estaba muy demacrada, se levanto, y regreso al mismo lugar.
Entre tanta gente que pasaba, paso algo inesperado, estabas ahí.
Mis ojos brillaron, mi corazón se aceleró, volteaste sin querer, me viste, te acercaste a mí, con tu mano, alzaste mi rostro, sonreíste, maldita sea, sentía la muerte venir, estaba tan feliz.
Recuerdo que dijiste, "que hermosa luna, ¿no crees, primor?", cuando dijiste "primor" te odie, pues pensé que no te acordabas de mí, y pensabas que era una de esas que se venden.
Después, me dijiste, "¿aún tienes un poco de ese whisky?" Al decir eso, sentí alivio, asentí con la cabeza, y te lleve a la habitación para invitarte un trago.
Te quedaste parado en la puerta, mirándome, de nuevo, se repetía la historia, éramos unos amantes desconocidos, pero algo cambio esta vez, fue diferente, pasaste y te sentaste en la cama, te di la botella completa de whisky, pero esta vez no reserve nada para mí, tan solo me conforme, con tu presencia, me pare frente a la ventana, mientras tú tomabas ese whisky, fueron los dos minutos más placenteros de mi triste vida, pues te miraba, te contemplaba, ansiaba perderme en tus lunares nuevamente, anteriormente mencione que fue "diferente", aún eras un maldito ebrio, y tu aliento lo verificaba, pero, esta vez tomaste de mi mano, y me sentaste junto a ti, me preguntaste, "¿cuánto tiempo falta para el amanecer?" Fue una pregunta que en ese momento no comprendí, revise el reloj que estaba en la pared del cuarto, 1:32, y me dijiste lo más extraño que jamás pudiera escuchar de ti, "está vez yo me quiero perder en tus lunares", tomaste mi cuerpo sobre tus brazos, y me dijiste, "somos extraños, somos desconocidos, yo no siento nada por ti, no te amo, solamente quiero perderme contigo esta noche, y sé que tú estarás dispuesta a perderte conmigo también" maldita sea por milésima vez, era un maldito, pero caí rendida a él, jamás me había enamorado tanto, aunque fue un maldito, pues esas palabras si me destruyeron, su presencia inmediatamente me anestesio, a lo que asentí, con una sonrisa, de ahí, nuestros rastros desaparecieron entre los árboles, y las luciérnagas, no tengo permitido contar que paso después, pues poco recuerdo.
Sólo sé que él cumplió su objetivo, si se perdió en mis lunares, y nuevamente yo en los suyos, recuerdo que volví a contarlos, y exactamente en su espalda tenía, trece malditos y perfectos lunares.
Maldita sea, él es perfecto, y yo ahora soy la luna.
Soy la luna, y él, el amante de pasar noches conmigo.
[Luna- luna-res].