Capítulo 1.

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Las palabras flotan dentro de mi cabeza tal como si lo hicieran suavemente sobre las olas del mar. Un par de lágrimas saladas llegan hasta mis labios y aquello lo hace más real, más doloroso. Las risas de aquellos chicos entran por mis oídos amenazándome con dejarme sorda. Todos los amigos de Landon se burlaron de mí, todos ellos explotaron en carcajadas cuando él dijo que yo era la chica más melosa con la que había salido alguna vez.

No soy melosa, ¿o sí?

Dejo caer mi cabeza sobre la almohada mientras imagino cómo van a ser mis días de aquí en adelante. No creo tener la suficiente valentía que se requiere para regresar a la Universidad y que todos se burlen de mí otra vez.

Tampoco creo ser capaz de ver a Landon con otra chica. Él es aquel mujeriego que deja a una chica y coge a otra al siguiente día sin problema alguno. Castaño, alto y alumno modelo. Cualquier mujer tiraría sus bragas por una aventura con él... y quizá ese fue mi error.

Yo puedo contarme en aquella lista de chicas Universitarias que no se quitaron la ropa interior para darle placer.

Maldito seas Landon Richards.

— ¡Amelie! —grita mi madre desde el piso de abajo—. ¡Amelie, ven ahora!

Justo en éste momento desearía que mi nombre fuese otro. Como siempre.

Me levanto de la cama y abro la puerta de mi habitación tan sigilosamente como puedo. La voz de mi mamá se escucha más fuerte ahora que he salido al pasillo. Soy la única integrante de la familia que posee una habitación en el segundo piso de la casa. Mi mamá solía llamarlo "ático" cuando recién llegamos aquí, pero cuando crecí le encontré un encanto a éste lugar y obligué a mi hermano a que me ayudara a trasladar todas mis cosas hasta aquí.

En el primer piso está la habitación principal, la de mi madre; y también está la habitación de Jeff, mi hermano mayor. Él tiene veintitrés y pasa la mayor parte del tiempo fuera de casa así que dejó de ser un dolor de culo hace mucho tiempo.

Bajo las escaleras con un trote lento y perezoso, mi mamá me grita una vez más y es justo cuando pongo un pie al final de la escalera. Ahí está ella, mirándome con una expresión reprobatoria mientras cruza sus brazos frente a su pecho.

— ¿Por qué no estás yéndote a la Universidad ahora mismo? —dice fijando su asesina mirada en mi pijama.

—Tengo resfriado —miento.

—Ven aquí —ella se acerca a mí y hace el mismo gesto maternal que hacen todas las mamás. Pone una mano sobre mi frente y bufa.

—En serio me siento mal —murmuro.

—Vas a ir a la casa de la señora...

—No —le corto—. Lo que quieras menos eso, por favor.

—Eso debiste pensar antes de decidir por ti misma que no irías a clases —dice con el ceño fruncido levemente—. Vas a ir a casa de la señora Hemmings y le ayudarás a cuidar a su hijo hasta que llegue del trabajo.

—Pero...

—Ningún "pero", Amelie. Y es la última vez que te paso que no vayas a clases.

Resignada comienzo a subir hasta mi ático, azoto la puerta con la leve esperanza de que mamá haya pasado por alto mi ataque de furia y voy directo hasta la ducha. No puedo creer que me haya mandado con la señora Hemmings, no de nuevo. No después de que su odioso hijo de cinco años pegara un chicle en mi cabello. Es realmente una pesadilla.

Cuando salgo me pongo un short de mezclilla y una blusa negra sin mangas. Aún estoy pensando en algo que me haga salir del castigo que me ha impuesto mi mamá por haber faltado a la Universidad.

STAY - L.H -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora