"Pista 5:
Lo necesitamos para sobrevivir y no son precisamente armas, en Alexandria, únicamente hay que cosecharlas."
[...]
Gracias al ingenioso plan de Carl, este día la estaba pasando realmente agradable. El sol, aunque estuviera ardiendo, no me molestaba en lo absoluto, pues mi mente se mantenía totalmente ocupada, pensando en resolver estos acertijos que el castaño se había puesto a escribir para mí, y además ansiaba saber qué era ese tesoro al final del mapa que debía encontrar.
Las sombras del suelo junto con el sol indicaban que ya era más de medio día, por lo que podía asegurar que teníamos un par de horas con los acertijos, que realmente han sido más de los que llegué a creer.
Dábamos vueltas por Alexandria, mientras la espalda de Isaii seguía siendo mi transporte. Nos habíamos detenido un par de veces por agua y a descansar. Además, en cierto punto tuvieron que ayudarme a aguantar mi propio peso sobre las piernas, para no perder la constancia de los ejercicios que me daba Carol todas las mañanas.
Habíamos recibido críticas por parte de algunos habitantes de Alexandria, pues entre sus susurros escuchamos «Ese no es su trabajo», a lo cual con furia Isaii defendió a todos con sus directas palabras «¿Y cuáles son los suyos?». En ese momento las damas se mantuvieron calladas, pues se les había dado el privilegio de no hacer absolutamente nada, más que vivir dentro de Alexandria cómodamente, sin exponerse al peligro, únicamente podría haber sido lavar ropa o cosechar lo poco que había en nuestra siembra, la cual que no se cosechaba tan a menudo, por la poca cantidad de alimentos que crecía con lentitud.
Por fin llegamos a la que parecía la última carta, pues está ya no era una hoja doblada, si no, un sobre amarillo como el primero.
"Gracias por llegar hasta aquí.
Deseo que hayas pasado un buen día con este juego. Pero como todo juego tiene un final, es hora de que encuentres el tesoro.
Ve a la casa donde se improvisó una escuela para los niños.
Te espero ahí.
—Carl."
Terminé de leer y sin darme cuenta una gran sonrisa decoraba mi cara.
—¿Lista? —preguntó Isaii. Asentí con la cabeza y caminamos en dirección a la escuela de Alexandria.
Vi a lo lejos como Eugenne se acercaba trotando sosteniendo la silla de ruedas que ahora rodaba sin problema sobre el suelo.
—Justo cuando terminó el juego —reclamo Isaii.
Eugenne no se inmutó en decir una palabra, únicamente encogió los hombros, dio media vuelta y regresó por dónde venía.
—Creo que no le gusta mucho hablar —
—Se enojó porque sabe que tú dañaste mi silla— respondí.
«Flashback»
Había decaído un poco mi estado de ánimo, pues el que Juliet gritara de todos, la verdad sobre nosotras, había causado un sentimiento de humillación.
Estaba encerrada en mi habitación esperando que nadie me molestará, sin embargo, no fue así.
—¿Puedo pasar? — escuché del otro lado de la puerta.
—No, no quiero hablar con nadie —respondí. Eso no impidió que la puerta se abriera y entrara Isaii a través de ella.
—Esa no es manera de que trates a tus nuevos huéspedes — reclamo sarcástico.
—No es un buen momento — pausé —. ¿Qué necesitas? —
—Es malo que estés encerrada — hablo Isaii borrando cualquier expresión de sarcasmo de su voz —No dejes que la gente vea cuánto te afectó. Sal con la cabeza en alto y acepta la verdad, así como debes aceptar que eres líder de aquí y los problemas de sangre familiar no son lo más importante. —sus palabras me hicieron pensar y razonar, y aunque tuviera la razón, algo llamado orgullo no me dejaba —Además me siento culpable, pues la pelea fue con alguien de los míos. —
—No debes sentirte así, tú no causaste esto. —
—Si es así, entonces vamos afuera. Debemos dar un paseo. Debemos conocernos —
Sin esperar a que respondiera, Isaii me tomó en brazos y me arrastró hasta afuera de la casa, me sentó en el escalón para después abrir la nueva silla de ruedas, y subirme a ella.
Empezamos a andar sobre las calles platicando, permitiendo que el aire nos refrescará un poco. Isaii tenía ese toque para alegrar a las personas con cualquier anécdota y chistes malos, de los que en estos días ya no existían tan a menudo. Reímos y nos molestamos como si nos conociéramos de años. Era agradable su compañía.
—Sujétate bien —advirtió. Empezó a empujar mi silla con mayor fuerza, lo que hacía que poco a poco avanzará más rápido. Inicialmente, me sorprendí, pues esta sensación era rara, y a los pocos segundos me normalice y comencé a reír como si se tratara de un juego de un parque de diversiones. Isaii corría tan fuerte como podía, hasta que en un vago movimiento de sus pies se tropezó y soltó la silla, haciendo que por la velocidad yo continuaré sola sin su ayuda.
Seguía riendo, pero a la vez había cierta angustia, pues no iba en una buena dirección. Una de las llantas chocó contra la banqueta de uno de los patios, haciendo que volará un par de metros adelante separándose de la silla. Caí entre unos pequeños arbustos de una casa.
Los pasos de Isaii corriendo en mi dirección se oían fuertemente junto con su risa escandalosa.
Se burlaba de lo que acababa de suceder, y aunque yo también quería hacerlo, el dolor de las plantas encajadas en mí era aún mayor.
Las rodillas ardían levemente y fue el primer indicador de que volvería a sentir mis piernas así sea mínimo.
«Fin del flashback»
Isaii me acomodo sobre la silla, se frotó los hombros un par de minutos, para después empezar a empujarme en la misma dirección a la que nos dirigimos.
Minutos después llegamos a la casa/escuela. Era de gran tamaño, color café, y un gran patio. Las paredes interiores habían sido tiradas para que hubiera mayor espacio para que los niños tomarán clases, que aunque en medio del apocalipsis no era muy necesario aprender sobre historia, cultura y matemáticas, eso nos permitía creer que algún día volvería todo a la normalidad.
Sentí los dedos de Isaii en mi cabeza, la cual acomodo para después venderme los ojos con un pañuelo negro.
—Te voy a cargar —aviso Isaii.
Segundos después sentí uno de sus brazos sobre mi espalda y otro en mis piernas. Este último me hizo sobresaltar, pues me sorprendió tener mayor sensibilidad en ellas.
Sentí como avanzamos y subimos un par de escalones. Detrás de Isaii subió Tara con mi silla, quien al final la extendió de nuevo sobre el suelo para que su novio me sentará en ella.
Escuché el abrir de una puerta y avanzamos dentro de ella.
—Aquí es donde nosotros nos vamos —escuche la masculina voz de Isaii.
—Ya puedes mirar —
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Editado 24/09/23
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El viaje más largo | Carl Grimes |
FanfictionEra tan solo una niña cuando todo empezó. ¿Quién diría que una irreal y absurda pesadilla lejana se transformaría en mi nueva realidad? Apenas si puedo recordarlo, pero el hecho es que, desde ese día, mi existencia no volvió a ser igual. Me quedé...