|Narra Carl|
Después de largas semanas, había logrado armarme de valor para enfrentar casi cualquier obstáculo que pudiera interrumpir este día, pues no solo volvería a confirmar mis sentimientos hacia Chloe, también habría hablado con Daryl acerca de mis sentimientos hacia su hija y como anteriormente se hacía, pedir su aprobación para hacer lo siguiente. Daryl inicialmente se negó, pero gracias a mi padre que tuvo la iniciativa de hablar con él, recordarle la actualidad y como sería el futuro cuando posiblemente ellos ya no estarían para protegernos. Mi padre confiaba plenamente en Chloe para cubrir mi espalda el día que él me faltara. Así que sus palabras hicieron que Daryl aprobará lo nuestro, aunque no estuviera muy convencido.
Enid, quien me había visto negativo y decaído un par de veces, en dónde solo necesitaba la soledad para poder superar el dolor que Chloe me provocaba al no despertar de su accidente. Ella se había acercado a mí esperando reconfortar y dar palabras de aliento. Logro mantenerme distraído, pues me había alentado a qué mis palabras no vinieran únicamente en una carta o una declaración, su positivismo en el amor me permitió hacer que el día completo sea inolvidable para ambos.
[...]
Por fin había escuchado las voces de Tara e Isaii afuera de la pequeña escuela. Era el momento.
Entraron por la puerta con Chloe en brazos y con los ojos cubiertos. Procedieron a colocarla de nuevo en su silla. Me encontraba al otro lado de la habitación, que había sido levemente decorada a nuestras oportunidades, para una pequeña comida especial para ella.
—Ya puedes mirar — hablé.
|Narra Chloe|
Escuché el abrir de una puerta y avanzamos dentro de ella.
—Aquí es donde nosotros nos vamos —escuche la masculina voz de Isaii.
—Ya puedes mirar —reconocí la clara voz del pequeño Grimes.
Levanté mis manos en dirección a mis ojos para retirar el pañuelo que me habían colocado. Haber tenido los ojos vendados por unos momentos, causó que mi visión fuera borrosa por unos segundos, la cual poco a poco se fue incorporando, permitiendo ver por dentro de la habitación. Todas las sillas habían sido movidas hasta el borde del suelo, creando un gran espacio en la habitación, como si esa única mesa y dos sillas fueran el centro de atención. Las paredes blancas habían sido adornadas por flores que seguramente habían cortado del bosque. La mesa contenía dos platos que hacían juego con dos pequeños vasos a sus lados y una pequeña vela blanca encendida en medio de ellos. Al fondo de la habitación se encontraba Carl, quien se miraba casi recién duchado, con su ropa limpia, como si fuese nueva, pero la reconocía, era una de sus clásicas camisas de cuadros, solo que esta vez la tenía cerrada casi hasta el último botón de su cuello. Su sombrero estaba aún lado de sus piernas, y entre sus brazos había un puñado de flores de muchos colores que reconocía de los jardines de las casas de la comunidad. Las flores estaban envueltas con algún papel que seguramente habrían encontrado entre las cosas que habían traído, y aunque las flores no eran lo típicamente bello en la normalidad, en esta actualidad era lo más hermoso que había visto en estos días.
Avance en la silla observando cada detalle de la habitación. Carl, por otro lado, se acercaba a la mesa, dejando las flores sobre ellas.
—¿Qué es todo eso? —pregunte. Aunque era muy hermoso, aún me sorprendía este detalle. Intentaba recordar si era mi cumpleaños o algún día especial que justificara esta sorpresa.
—Es para ti — respondió —, y por ti. —
Las palabras no lograron salir de mi boca, así que solo me acerque a la mesa para poder ver qué había en los platos. Carl se fue a la otra habitación y regresó con una bandeja, que contenía un poco de carne de un animal que no podría identificar y un poco de pan que quizás haya hecho Carol con anterioridad, era un pan poco común elaborarlo, pues parecía que necesitaba muchos ingredientes, a diferencia de los panecillos que normalmente realizaba. Junto a esto, Carl colocó en medio de la mesa una gran lata de pudin, que fue lo que más agradecí por dentro, hacía tanto tiempo que anhelaba probar nuevamente el chocolate.
Sin dejar de sonreír veía como Carl servía en el plato un poco de comida, pero sin dudar metí primero la cuchara en la lata de pudin que ya se encontraba abierta, saboree lentamente este alimento, no podía tragarlo, necesitaba que el sabor durará muchísimo más dentro de mi boca, y hasta que pude pasármelo fue que hable nuevamente.
—Está delicioso —
—Lo sé —dijo Carl mientras repetía mi acción.
Tomamos un par de cucharadas y luego proseguimos a comer la carne y el pan. Había una gran emoción a mí, que no me permitía dejar de sonreír mientras comía, y aunque cortas eran las palabras que nos dirigimos, se sentía una gran armonía y conexión entre nosotros.
Habíamos terminado de comer y nuevamente volvimos a probar el pudin. Jugábamos con nuestras cucharas cuando ambas entraban al mismo tiempo en la lata, intentando impedir que el otro tomara primero una porción, nos reíamos sin parar, pues jugar con la comida no era algo que nos diera gracia, pero en este momento, no nos importaba, pues solo una gota de chocolate nos mantendrá felices un par de días.
[...]
La lata había quedado totalmente limpia, sin rastro de que alguna vez hubiera algo dentro de ella, nos reíamos el uno del otro, pues habíamos embarrado nuestro rostro al comer. Tome un pedazo de papel que había en la mesa y limpie mi cara intentando borrar todo el chocolate que tenía en ella.
Carl limpio rápidamente su rostro mientras se paraba de su asiento, caminó a una mesita junto a él y encendió una grabadora de la cual empezó a sonar música de los 80.
«Imagina que no hay paraíso, es fácil si lo intentas, ningún infierno debajo de nosotros, arriba de nosotros, solamente cielo, imagina a toda la gente viviendo al día...»
La letra de la música sonaba irónica entre la situación que estábamos viviendo, pero la tonalidad y el ritmo de la canción transmitía una emoción muy romántica para ambos.
«Imagina que no hay países, no es difícil hacerlo, nada por lo que matar o morir, ni religiones tampoco, imagina a toda la gente viviendo la vida en paz»
Carl se acercó hasta mí, movió unos centímetros mi silla permitiendo que ambos estuviéramos frente a frente. Hubo silencio entre ambos, ninguno de los dos se animaba hablar.
—Chloe —hablo —. Reencontrarnos pudo ser cuestión de suerte, o una simple coincidencia, pero prefiero interpretarlo como un regalo de la vida en medio de este apocalipsis. —
Una nueva canción comenzó a sonar, y que justamente concordaba un poco con las palabras del castaño.
«Mujer, difícilmente puedo expresar mis emociones mezcladas y mi pensamiento. Después de todo, te estaré por siempre en deuda y mujer, intentaré expresar mis sentimientos internos y mi agradecimiento. Por mostrarme el significado del éxito»
—Verte estás últimas semanas sufriendo, sentir que te ibas de mis manos otra vez, me dejaron ver qué no podía perder ni un minuto más para estar contigo. —Carl se acomodó de cuclillas frente a mí y me tomó ambas manos. —No sé cuánto tiempo estaremos juntos, pero te aseguro que mientras lo estemos, aprovecharé cada minuto que la vida nos regale. —
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Editado 24/09/23
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El viaje más largo | Carl Grimes |
FanfictionEra tan solo una niña cuando todo empezó. ¿Quién diría que una irreal y absurda pesadilla lejana se transformaría en mi nueva realidad? Apenas si puedo recordarlo, pero el hecho es que, desde ese día, mi existencia no volvió a ser igual. Me quedé...