¡Sal de mí, alma cruel!
Perversa y maldita opresión, amiga fiel.
¡Ábreme los ojos, sí!
Enséñame la realidad, sí!
Pero yo te ruego, llorando y suplicando, que salgas de mí, transportándome a la tranquilidad.En una espiral caigo sin pausa, arrojada por la efusividad de la música, me alejo de esta realidad confusa.
Que no es realidad ni es nada, cuando la música la expulsa de mi ser, haciéndome libre.¿Por qué no puedo escapar de la realidad? ¿Acaso tengo que ser esclava de la vida?
¡Me niego! No viviré encarcelada por mi ser, seré yo misma, volando y riendo, protegida por la música.
Esa música que me libera, me libera de mí misma.
Esa música, que me arropa y me ampara, mientras yo intento quitarme las cadenas, esas cadenas que me atan al mundo real. Esas cadenas, que me impiden volar...