Poema 64.

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Asesinar mi alma pretendo, y dentro de esta oscuridad me convierto,
en un espíritu maligno.

Que no hay ni una triste cerilla con la que alumbrar, ni un mísero cigarro con el que matarme.
Pasa lenta la agonía.

De mil males, el amor me condena.
Me planteo si amar, vale la pena.

No hay luz en el dolor oscuro que me envuelve.

No me envía Dios, ni un ángel para guardarme.

Sueño que llueve y muero entre gotas, despierto y presencio,
la muerte que me ofrecen mis lágrimas.

Lágrimas, cargadas tristeza.

Lágrimas, ya amargadas por el tiempo.

Lágrimas, ácidas están de sentimientos.

Un día lluvioso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora