Poema 27.

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Y quién va a curar mis manos, ya quemadas por mis lágrimas ácidas.

Apartándolas con rabia, me quemo con el dolor que llevan dentro, lágrimas amargas...

De mil sabores que tiene la vida, solo el de la pena, aprecio yo.

Y si yo fuera Dios, y mis lágrimas la lluvia, se inundaría la tierra de dolor.

Y tan efímera felicidad, que tan rápida fue su venida, y más veloz fue, su ida.

Y la verdad de mi alma es relativa, explícales, Platón, cuál es mi verdad.

La única verdad de mi alma, es aquella, que tus labios guardan.

Ahógame, matándome, pues prefiero morir en tus brazos, que no estar muerta en vida.

No te vayas, te necesito.

Pues si te vas, moriré lentamente, con la verdad,
la verdad de mi dolor.

Mi única verdad.

Un día lluvioso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora