Poema 22.

64 6 0
                                    

Y si cada latido que nace en tu corazón, se muriese en el mío, tú y yo, en cuerpo y alma, nos fundiríamos.

Y si cumplieses años, ¿qué regalaría? No hay regalo más preciado, que el de tú, a mi lado.
Y yo, proclamándome poeta, siendo pobre en bienes y rica en pasiones, no puedo regalarte más que mi vida.

Y sintiendo, se me va la vida.
De ilusiones está herida, y de amores se van curando las cicatrizes, tan profundas, en mi corazón.

Viendo la amarga realidad, prefiero castigarla con la feliz ignorancia.

Me baño en un mar de lágrimas, que se secan, con rabia y con tiempo.

Floto en el aire, tan cargado de mis desgracias, y lucho con miedo contra mi mente, ella sabe que es la fuerte.

Me clavo una espada, que no es de bronze ni de oro, sino de tinieblas y realidades amargas.

Y sigo luchando sin descanso alguno, pues sé no tengo nada que perder.
Ni por mi vida temo, pues me mataste tú, arrebatándomela.

¡Déjame morir, aunque esté muerta ya!
¡Déjame sentir cómo me matas con tu calor, cómo me abrasas y me conviertes en cenizas!

Déjame caer, en tus brazos, y tu corazón latiendo junto al mío, pero uno latiendo, más lentamente...

Me pierdo, me voy, desaparezco y, muero, ahogada en lágrimas...

Un día lluvioso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora