Poema 21.

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¡Y qué difícil es, como poeta, poner lo que siento por tí, por escrito!
Pero más difícil es, verte, olerte, tocarte y sentirte, y abrir los ojos, contemplar una sombra, un rostro desconocido.

Te busco, desesperadamente, en mis sueños te sueño, y en mis pensamientos, te tengo presente.

¡Es que ya no hay dolor más fuerte que este! Te necesito, como los naranjos necesitan el agua.

Te necesito, como el aire, necesario para vivir.

Si no te tengo, no vivo, y si muero, moriré tan desdichada si no eres lo último que veo, sino eres tú, mi último suspiro.

Mi corazón late, acelerándose lentamente, cuando te miro.

Y mi cuerpo de hielo se derrite, con la calidez de tus labios, tan suaves montañas.

Déjame pasear por cada uno de los caminos de tu piel, déjame recorrerlos, besarlos, adorarlos, admirarlos, enamorarme de ellos.

Que no hay cristal más bello que el de tu mirada.

Que no hay locura más encadenada, más triste y encarcelada, que la locura de mi amor por tí, que lucha embravecido por salir, por entrar en tí.

¡No hay gritos más fuertes, que los de mi corazón al verte!

Y sin tí, a una vida de condena me entrego, pues no hay más condena para mí, que el no poder tenerte.

Que no hay peor infierno, que el despertar viva cada día, y sentirme vacía, porque tú no estás conmigo.

Castígame, mi Dios, por dejarme llevar por tal pasión, pero, ¿qué culpa tengo yo? Si la culpa es suya, mi Dios, por ser su sonrisa, tan bella pintura.

¿Qué culpa tengo yo, mi Dios? Si la culpa es suya, por ser su rostro, el motivo de mi locura.

Un día lluvioso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora