Salí de casa casi a las cinco de la tarde, cuando el sol estaba desfalleciendo. Me encontré con los amigos y jugamos por un par de horas en la cancha del parque. Terminé sudoroso y cansado.
Me invitaron un par de vasos de cerveza, que no rechacé, y nos repartimos el dinero del mini campeonato que habíamos organizado y ganado.
Yo estaba arrimado a la pared de una casa y cruzado de brazos. Estaba disfrutando de los últimos instantes con mis amigos de Santana, quienes ya se habían enterado de nuestra mudanza. Nuestros padres eran amigos y papá había estado vendiendo y delegando ciertas cosas a lo largo de la semana.
De repente, todos se quedaron en silencio y vieron atónitos a alguien que estaba detrás de mí.
Yo me imaginé un sinnúmero de personajes que podían estarme visitando. Desde los mejores, hasta los peores. Pero aun así, nada me preparó para lo que vi.
─Cosita rica, hola.
Raquel, mierda.
Eso olía a problemas. Me recibió con un abrazo cálido y largo y un beso en la mejilla. Estaba radiante y se veía feliz. Tenía el cabello muy largo, igual de rubio y sus ojos desprendían una tranquilidad que nunca había visto en ella.
─¿Me vas a invitar a tomar algo o te vas a quedar viéndome?
Para ser justos, apenas había ganado un mini campeonato. No contar con dinero, no era la razón por la que quería salir corriendo.
─Te voy a seguir viendo mientras te invito algo, entonces.
Me pareció que una cafetería sería lo apropiado. Le invité un mocaccino con chocolate y compré un expreso para mí.
─Te ves bien.
─Me siento bien. Esos meses fuera me sentaron de maravilla.
─Se te nota, en serio. Me alegra mucho que hayas encontrado lo que buscabas.
─No puedo decir lo mismo de ti, sin embargo. Oí lo de Astrid.
Mudarse de pueblo tenía sentido ahora. Si Raquel recién había llegado de su largo viaje y ya se había enterado, era muy seguro que todos lo sabían, y hablaban de ello. Yo me sentí tremendamente incómodo y dejé mi taza sobre la mesa.
─Lo siento. No era la manera de decirlo.
─Descuida. No ha sido fácil para nadie. Uno termina pagando de la peor manera los errores que comete.
─¿No crees que sea tu culpa, o sí?
─No, pero imagino a una cierta cantidad de mujeres que estarían felices de saber lo mucho que me afectó lo de mi hermanita.
─Yo no me alegré. Sé lo mucho que la quieres.
─No tienes que fingir, Raquel. Fui el peor de los hombres contigo. Ibas a dejar todo por mí, y yo no tuve la decencia de aparecer. Y sé que no lo justifica, pero simplemente nunca imaginé que irías a esa terminal, no por mí.
─Debo reconocer que al principio estaba muy triste y decepcionada. Pero me conoces, nunca puedo guardarle rencor a nadie, no tiene sentido. Ahora que regresé y me enteré de todo esto, quiero que sepas que está todo perdonado y que si necesitas a una amiga, aquí estaré.
─Eres muy buena, Raquel. No tendré cómo pagarte nunca.
Dejamos la cafetería y caminamos hasta su casa.
─Creí que estarías en la ciudad a tu regreso─ le dije.
─Sí, pero quise venir a visitar a la familia. Ellos me pusieron al día. En verdad, creo que sólo quería una excusa para verte, cosita rica. Te extraño mucho.
¿Qué tenían las mujeres que querían siempre al patán de la historia? Si yo fuera Raquel, habría mandado a incendiar mi casa, mínimo.
─También he pensado en ti, Raquel.
Finalmente llegamos a su casa y ella sacó las llaves de su bolso para abrir la puerta.
─¿Quieres... pasar?
Una parte de mí en serio no quería. Pero la otra parte de mí no había tenido sexo en más de dos meses y tenía en frente suyo a una ex novia hambrienta y que lo hacía tremendamente bien.
─No quisiera molestar a tus padres, ni nada...
─No hay nadie en casa, están donde los primos. ¿Entras o no?
Con un beso, entramos a la casa y cerramos la puerta tras de nosotros. Raquel se trepó a mi cintura y me quitó la camiseta. Yo hice lo mismo con su vestido. La besé, la toqué y la hice mía como si me sintiera desesperado y necesitado de ella.
Ella podía estar de lo mejor con su enamorado, pero nada era como tirarse a Julián García.
Estábamos tumbados en la cama, sudados pero satisfechos. Raquel era un excelente polvo, y eso no lo podía negar.
─Te extrañaba, Juliancito.
Yo me quedé mudo.
─Ya no me dices cosita rica─ insistió, pero yo permanecí en silencio. En verdad, me estaba costando trabajo aceptar el error que había cometido.
Alba aún me estaba esperando en la ciudad.
─Encontré a alguien─ dije, finalmente.
Raquel se paralizó.
─Alguien, como...
─Alguien que me quiere mucho y que estoy aprendiendo a querer. Está en la ciudad y esperando a que sea lunes para verme de nuevo.
─Entiendo, pero... eso jamás nos detuvo. Podemos seguir divirtiéndonos hasta que se termine esta semana. Horas y horas de Raquel.
Ella me estaba haciendo la misma proposición que yo le había hecho hace algunos meses. Y me sentí como un canalla, porque no iba a corresponderle.
─Esta vez es distinto. No la quiero lastimar, esto puede que sea real.
─¡A mí jamás me respetaste, y me estás diciendo que te acostaste conmigo ahora porque seguramente no lo hacías hace mucho tiempo! Eres una mierda, Julián García.
─Raquel, en serio lo siento. Ahora lo entiendo, veo que debí tratarte mejor cuando tuvimos lo que tuvimos, que no te merecías toda la mierda que te di.
─Te vas a aburrir de ella, de quien sea esta chica. Ni yo, que fui todo lo permisiva que se puede ser, pude en contra de tu debilidad por las bragas. ¿Sabe acaso de Doris, de Vanessa, y del largo listado de mujeres que están muertas por una noche contigo?
─Lo quiero intentar, Raquel. Me merezco ser feliz y ella quiere ayudarme. No te voy a pedir que lo entiendas, porque después de todo lo que te he hecho no merezco ni que me mires. Pero no me parece justo para ti ni le veo sentido que sigamos haciendo esto. Yo igual me voy a ir. Te mereces algo mejor que yo, Raquel.
─Claro, porque fui yo la que te buscó.
Técnicamente, sí.
─Espero puedas perdonarme. Lo siento.
Me vestí rápidamente y dejé que Raquel me acompañara a la puerta. Sabía que esto tarde o temprano vendría a pasarme factura. Así que lo sensato sería hablar de todas estas cosas con Alba a mi regreso. Lo de Raquel, lo de Doris o alguna otra mujer memorable en mi vida. Se lo debía si no quería esperar sorpresas, vivir con incertidumbre y que lo nuestro funcionara.
Le di un último vistazo a Raquel, era preciosa. Pero estaba cada vez más convencido de que no era la mujer para mí.
La única vez que volví a saber de ella, fue al día siguiente, que nos vimos y le entregué una Glanique, sólo por si acaso.
Para el domingo, todoestaba listo. Nuestra vida en la ciudad estaba por empezar.
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Otra Forma de Lograr que me Ames
RomanceNadie más en el mundo que me mire con sus ojos color marrón y me sacuda la existencia. Todo lo que había vivido con ella, todas las excusas, todos los errores, todo lo que estaba por venir, era otra forma de lograr que me ame.