IX.
─Ha ocurrido un milagro.
─No sé desde cuándo tragedia y milagro se convirtieron en sinónimos.
─Veo que no estás para bromas.
─Jamás que te busco lo estoy.
─¿Problemas con Doris?
─Con mi novia.
─¿Te ennoviaste con Doris?
─Deja de tomarme el pelo, Fernando.
─Sabes que es necesario que te tome el pelo, Juliancito. Hace tiempo que no hablamos.
Le conté a breves rasgos cómo estaba la situación. Lo de Alba, lo de Doris. Me fui incluso un poco más atrás y le conté lo de Raquel.
Fernando era un buen amigo que yo había hecho un par de años atrás. Era tercer año yo no me juntaba con demasiadas personas. Cuando salía a billares o por el estilo, me reunía con los de siempre, Johnny y compañía –a ellos los había conocido el primer año de la carrera– y era el momento en que hacía de las mías.
La única amiga que había hecho después de Fernando, era Alba. Por un momento estuvo Enrique, pero a estas alturas yo ya no sabía nada de él
─Si sabes lo que te voy a decir, ¿para qué has venido?
─Desahogo, es lo que viene al tope de mi cabeza.
Fernando suspiró.
─¿Pensaste en todas las posibilidades en que Alba pudiera enterarse en caso de que escogieras no decírselo?
No era eso lo que estaba esperando. Fernando era un tipo de treinta y cuatro años con mucha experiencia, cabeza fría y un matrimonio fallido. El que me sugiriera que le ocultara a mi novia que le había sido infiel, me escandalizaba.
─Me he roto la cabeza. Doris puede buscarla.
─Sabes que eso es poco probable.
─Los chicos no me traicionarían.
─¿Alguien ajeno al grupo?
─No recuerdo. Me parece que no.
─Julián, pareces un crío.
─No, nadie ajeno al grupo.
─Bueno, ya tienes tu respuesta.
─Creí que me dirías que fuera sincero, que deje de ser una escoria y que si cometí un error, vaya, dé la cara y asuma las consecuencias.
Fernando largó un suspiro.
─No eres tan tonto, Julián. Si me has buscado, ya sabiendo todas las cosas que sabes, no creo que desees que te las repita como una grabadora. Compara tus antiguas relaciones tales y como eran –vacías, absurdas y destructivas– con la que tienes ahora. La has cagado, pero ni siquiera eyaculaste, no debería contar.
Se echó a reír.
─Transmíteme un poco de tu humor, te lo ruego.
─Lo que te digo es que es verdaderamente improbable que Alba se entere. Aunque espera, ¿tienes algún rival?
Sergio.
─Un gilipollas que está en su clase.
─Un Julián celoso. ¿Él tiene como enterarse?
─Demonios, Fernando, ¿crees que no lo he pensado todo? Vivir con este miedo es terrible y sólo quiero que alguien me diga que ir a decírselo todo no es una completa estupidez para tener una buena razón para no hacerlo.
─La es. Es lo que digo. No creo que Doris valga la pena perder todo lo que les ha costado tanto formar. Porque lo que tienen no es convencional. Lastimarías muchísimo a Alba.
─Ya lo hice, y ni yo me puedo perdonar.
─Vamos, hombre. Además, no es como que lo volverás a hacer.
─Es el problema─ dije, a media voz─. No creo que pueda evitar mucho tiempo meterme en otras bragas. Alba me hace muy feliz, pero es quien soy. Y por mucho tiempo que me la pase negándomelo, va a venir cualquiera, cualquiera que no le llega ni a los talones a mi dulce Alba y me hará caer. No toma demasiado esfuerzo. Y yo no puedo ir por la vida en esta situación cada vez que la cague. Mi carga debo llevarla solo, no puedo arrastrar a Alba en ella, no es justo.
Fernando se quedó pensativo.
─Pareciera que tienes una decisión tomada.
─Es lo que parece.
─Hombre, hazme caso. No te apresures. Es lo que estás sintiendo porque todo está muy reciente. Tómalo de alguien que te conoce hace muchísimo tiempo, que lo tuyo ha sido radical. Has cambiado más de lo que quieres o puedes darte crédito. Ten fe en Alba y en lo que sientes.
No dije nada.
─Me harás rogarte como una puta. Espera un par de semanas. Promételo.
─¿Cuándo te ha rogado una puta?
─No miremos bajo esa piedra.
Esa tarde recuerdo que después de despedirme de Fernando, no sin prometerle que nos tomaríamos un par de heladas en estos días, me quedé dando vueltas en el Monte Carlo.
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Otra Forma de Lograr que me Ames
RomanceNadie más en el mundo que me mire con sus ojos color marrón y me sacuda la existencia. Todo lo que había vivido con ella, todas las excusas, todos los errores, todo lo que estaba por venir, era otra forma de lograr que me ame.