16.3

12 1 0
                                    

Julián, ¿estás de guardia?

Se escuchó agitadamente apenas contesté.

─¿Alba? No, estoy en Santana. Vine a visitar a mi familia.

Oh, disculpa en todo caso, deja mis saludos...

─N-no, dime qué pasó.

Alba suspiró.

No deseo que te moleste. No es importante.

─Siento que lo es, por favor dime.

Es mi tío Eric, que tuvo un accidente de tránsito y está ingresado en el hospital donde haces el internado. Está muy grave y lo metieron a Cuidados Intensivos y pensé que estabas de guardia para pedirte de favor que te pasaras por ahí y me dejaras entrar contigo. Gracias de todas maneras.

─Mañana por la mañana estaré ahí, ¿puedes esperarme?

Voy a estar en asistencial a esa hora.

─Lo siento, Alba.

No te preocupes, esperaré con paciencia.

─Que se mejore tu tío.

Gracias Julián.

─Hasta mañana, amor.

Y cerré el teléfono. ¿Qué había sido eso? ¿Cómo es que yo no sabía que Alba tenía un tío Eric que le afectaba tanto? ¿Qué sabía yo en verdad de ella?

Todas esas preguntas me persiguieron la siguiente media hora a la llamada. Elena notó que algo iba mal, pero no preguntó nada. No hasta que resolví que no podía dejar sola a Alba en un momento como ese y me excusé para regresar a la ciudad antes de tiempo.

─Mamá me pidió ayuda con mi primo Sebas. Tiene fiebre y la tía se rehúsa a llevarlo al médico. Les pido mil disculpas.

─Descuida, Julián─ respondió la madre de Elena─. Habla muy bien de un chico que responde tan generosamente a su familia.

Elena estaba muy enojada y de brazos cruzados en el Monte Carlo.

─Tu primo Sebas vive en Santana, no en la ciudad.

─Voy a ver a Alba.

─Ah, qué bien. Esa mujer no pudo escoger un mejor día para llamarte a tirar.

─Su tío está hospitalizado en nuestro hospital. Sabes que las visitas en UCI son restringidas y soy el único que puede darles un pase. Quizás mañana ese señor ya no esté vivo. No podría vivir con eso en mi conciencia.

─¿Por qué tienes que hacer nada por ella?─ reclamó.

─Porque se lo debo. Ella hizo lo mismo por mí cuando pasó lo de Óscar y eso no podré pagárselo jamás.

─¿Quién es Óscar?

─Fue. ¿Me lo preguntas otro día? No quiero manejar muy de noche. Y perdóname por plantar a tu familia, te lo compensaré.

Le di un beso para intentar que se calmara, pero aún estaba muy enfadada. No era para menos.

De camino a casa me sentía como uno de esos hombres de cuarenta años que tienen que abandonar su hogar para ir a atender al otro. Iba pensando en Elena y en Alba, en el terrible desplante que acababa de hacerle a la primera y tal vez si la otra había buscado una excusa para envolverme y llevarme a ella.

Alba no jugaría con algo tan importante como eso.

Llegué al hospital pasado las diez de la noche y le marqué para preguntarle su localización. Pronto llegué hasta la sala de espera y la saludé con un abrazo. Parecía tener horas llorando dado lo hinchados que estaban sus ojos. Saludé también a la familia que ocupaba casi dos líneas de sillas. La mamá de Alba me recibió con una sonrisa.

Otra Forma de Lograr que me AmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora