20.3

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─¿Cómo pudo no serlo? Debí revisar la medicación apenas se la cambiaron y no lo hice, le dije a esos padres que se llevarían a su hijo a casa. Fue horrible lo que hice.

─No fuiste tú el que cambiaste los sueros, ni el que operó a Jerónimo. El cirujano pudo haber tocado alguna estructura importante del cerebro, sabes que lo que le pasó es una de las principales complicaciones de esa cirugía. O quizás el niño era alérgico o tantas cosas que pudieron haber sucedido. Lo que quiero que sientas es que cumpliste tu deber como profesional y nada habría cambiado lo que ocurrió. No puedes salvarlos a todos, pero eso no nos detiene de intentarlo y tú siempre lo haces.

─Desde que me enteré que Astrid abortó, he tenido un espacio muy sensible por los niños. Y estos meses en el hospital habían sido muy especiales para mí porque no había fallado. Incluso llegué a considerar la idea de especializarme en un área pediátrica.

─Eso es excelente, mi amor. Serías un gran...

─No, Alba. Después de lo que pasó hoy, no creo que pueda hacerme pasar por eso de nuevo, ver morir a otro.

─Recuerda que tienes muchos meses aún para encontrar tu vocación y para terminar tu paso por este lugar. A la final lo que importa es lo que hemos hecho bien, y yo estoy completamente segura que es lo que has intentado.

En verdad agradecía que Alba estuviera ahí conmigo y no tener que pasar este trago tan amargo tan solo. Pero ahora que lo pensaba bien, ¿qué hacía ella aquí? La abracé y aspiré de su cuello con una sonrisa. El aroma de Alba debían manufacturarlo como perfume, de seguro yo me compraría todos los frascos.

─No quiero sonar como un malagradecido, pero estoy verdaderamente sorprendido de que estés aquí. Es muy tarde, deben de pasar de la una.

─Llámalo una corazonada. De repente sentí que me necesitabas y me subí en el primer medio de transporte que encontré.

─Me causa tanta gracia que no puedas decir en voz alta que te transportas en burro.

Alba se sonrojó y empezó a reír acaloradamente. No sé cuántas veces he dicho lo mucho que se endulzan mis oídos cuando la escucho reír. Pasé una de mis manos por sus mejillas y coloqué un mechón de pelo detrás de su oreja. Alba se escondió bajo mi brazo y permaneció muy cerca de mí.

─Con burro o sin burro, da igual. Amo la intimidad que tengo contigo, esa que siento aunque no me hayas sacado la ropa.

Le sonreí de lado.

─Y eso que estás invitándome a hacerlo─ le dije en tono burlón.

Ella puso una de sus manos en mi pecho y me empujó sutilmente.

─Ponte serio. Estoy intentando decirte algo.

─¿Entonces sí viniste a decirme algo?

Alba estaba muy nerviosa. La noté extraña desde que entró por mi puerta. Lo que me quedaba ahora era esperar a que dijera algo, porque yo no tenía ni idea.

─Sé lo triste que te puso lo de Luciano, lo de Jerónimo ahora. Sé por Astrid lo genial que eres con los niños. Y quiero que le des una segunda oportunidad a eso de la rama pediátrica porque en unos ocho meses tendrás mucha práctica. Hay un Juliancito aquí adentro, amor─ dijo, tomando su vientre entre sus manos─. Y he estado días buscando la manera de decírtelo y no morir de miedo en el intento.

De pronto sentí como si me hubieran inyectado litros de adrenalina en la sangre y como si estuviera recibiendo sol justo en las mejillas. Empecé a saltar de felicidad y levanté a Alba del suelo con mis manos. Nunca había estado tan eufórico, era como si hubiera llegado un cargamento de estupefacientes y yo me los hubiera atascado todos en la garganta.

─¡Voy... voy... voy a ser papá! ¡Hay un hijo mío ahí dentro!─ y grité algún sonido inentendible.

Alba estaba temblando y absolutamente sorprendida por mi reacción. Yo también lo estaba.

─D-de saber que te lo tomarías tan bien, te lo habría dicho por teléfono. C-creí que te asustarías, o preguntarías si es tuyo al menos...

─¿Estás de broma? La mujer que amo va a darme un hijo, un pequeño Juliancito con mi sangre y mis ojos y mi barba y... ¿hace cuánto lo sabes? ¿Cuándo lo hicimos? No me escandalices, pero ¿es mío? ¿Has tenido síntomas desagradables? ¡¿Cómo se te ocurre venirte en burro con esta lluvia, a estas horas de la noche con mi hijo allí adentro?! Se pueden enfermar, ¿te has hecho algún control? ¿Algún eco? ¿Va todo bien? Por Dios mujer, di algo.

─Julián, respira y para un poco para poder responderte. Lo sé hace una semana más o menos porque tuve retraso. Entonces me hice la prueba de sangre de una vez para estar segura y dio positiva y me sentí extraña y con muchas cosas juntas de las que hablaremos luego porque no hay que arruinar este precioso momento. Pero luego estuve muy feliz y empecé a buscar la mejor forma para decírtelo. Lo hicimos la antepenúltima vez que nos vimos. Ya sabes que yo he sido la que se ocupa de mi ciclo durante todo este tiempo. Y recuerda que te dije que terminaras afuera...

─Cierto. Pero en mi defensa, te pedí que me dejaras darte por...

Rompimos a reír.

─No lo hiciste. Pero dije: bueno, en otras ocasiones he estado en días peligrosos y no ha pasado nada, y sin embargo...

─No me arrepiento de nada, no me puedo resistir contigo mujer divina.

Se volvió a sonrojar.

─Déjame seguir con el interrogatorio que me olvido. Es tuyo, muy tuyo, todo lo tuyo que puede llegar a ser. Hasta ahora un poco de náuseas matutinas, pero nada que me haga indispuesta. Me vine porque necesitaba verte, moría por verte y ya sé que fue un poco imprudente, pero no nos pasó nada.

─Fue demasiado imprudente. No vuelvas a hacerlo por favor.

─No volverá a pasar. Fui donde un ginecólogo ayer, pero le dije que esperáramos la ecografía porque quería que fuéramos juntos. Dios, creí que nunca acabarían las mil preguntas.

─¿Cómo dudaste en decirme antes, mujer? No tienes idea de lo feliz que me haces. Sé que perdí a dos niños importantes para mí en todo este tiempo, pero que tú me des uno que es mío... no tengo palabras para decirte lo que estoy sintiendo, lo mucho que te estoy amando.

Me acosté un momento en su regazo y abracé sus piernas. Ella acarició con sus dulces manos mi cabello y lo peinó con la dedicación de una mujer que ama con toda su alma.

─Me quitas una preocupación de los hombros. He tenido tanto en la cabeza estos días, que resolver una de tantas dudas que estaba tenido es un alivio. Tenemos muchas cosas de qué hablar Julián, tanto que decidir.

─Ya has dicho que nole quitemos la felicidad que este momento se merece. Las dudas que nos lleguenlas sabremos responder porque nunca había estado tan seguro en mi vida de algocomo que de que quiero ser padre a tu lado. En lo único que puedo pensar eneste momento, es en que tenemos ocho meses para hacer el amor sin preocuparnosde nada y que no hemos estrenado aún mi habitación en la residencia. Así queprepárate mujer, porque aquí viene un hombre muy feliz por su paternidad.

Otra Forma de Lograr que me AmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora