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─¡Socio!
─¡Mi socio!
Abracé a Diego muy afablemente. Tenía mucho tiempo ya sin verlo. Cuando él decía que desaparecía de la vida de todos no bromeaba.
En lo que encontramos un lugar para sentarnos yo ya le había preguntado por Claudia y por Cristina.
─Claudia crece impresionantemente. Ya está en la escuelita. Si la vieras tirada de panza sobre el suelo garabateando hojas en blanco. Está realmente emocionada con sus maestras y sus nuevos compañeros.
También me contó que su padre quiso apoyarlo económicamente en la educación de su nieta, pero que su orgullo no se lo permitió. Que se puso a buscar trabajo y que lo hace como trabajador explotado de país tercermundista. Como pudo escoger grupo, seleccionó uno relativamente fácil y cuyo horario fuera flexible con sus necesidades.
─Me da gusto hermano, has crecido mucho─ le dije.
Le conté que casi se me va el alma cuando me enteré de mi supuesta paternidad y él desde luego, se rio a carcajadas de mí.
─Sólo tú te asustas con un retraso de cuatro días. Pobrecito el "niño", ya me imagino que estuvo en sequía.
Yo sabía que Diego quería que le contara lo de Alba. Lógicamente lo sabía. Diego siempre sabía todo. Que no estuviera cerca de nosotros como antes, no quería decir que no encontrara la forma de estar informado.
─La palabra sequía no existe para mí─ dije, orgullosamente.
Diego se carcajeó y emitió un sonido que sólo se traduce como: qué ternura.
─Mírenlo, sacando el pecho por Albita. Yo sabía que ustedes dos terminarían juntándose.
─Hiciste hasta lo imposible, no es física cuántica para saber que irremediablemente sucedería.
─¿Ya te la comiste? ¿Qué tal?
Sabía que me iba a arrepentir toda la vida de decirle eso justo a Diego, pero se me hacía injusto que se refiriera de ella de esa manera.
─No le digas así. Alba y yo formalizamos, no podía ser de otra manera. Y sí, ya hicimos el amor y es una lunática.
Diego se quedó mudo. Esta vez ni siquiera emitió una risita. Era curioso, pero y me estaba acostumbrando a la sorpresa de todos al referirme a esas palabras en particular.
─Me voy a la iglesia hoy, socio. Los milagros existen.
─¿Qué quieres que te diga? Ella es fenomenal─ y sonreí.
─Yo sabía que Albita lograría regresarte a tus cabales, pero no de esa manera. Te dejó fuera de combate y sin opción a recuperarte.
Probablemente. Pero sin ella, la única forma en la que podría sobrevivir sería precisamente regresar al juego.
Me dio la impresión de que Diego quería decirme algo más. Pero no podía asegurarlo.
─Mi plan funcionó, entonces.
─Te portabas tan bien que a mí no me nacía ser tan malo con ella. A la final y con todo, aquí estamos.
Lo que fuera que Diego quería contarme, se le hizo más notorio. Yo estaba volviéndome loco, así que apliqué un poco de presión para obtener una respuesta. Estar enamorado no me hacía un idiota, ni implicaba perder mis habilidades. O eso creí.
─Cierto socio, no creas que no me enteré de lo de María José. Guardadito te lo tenías.
─¿Quién?
Alba me contó hace poco que en los meses de las vacaciones María José y Diego salieron un par de veces. Hasta que tiraron y después de eso, él nunca más aprecio. Sería remordimiento, o se habrá acordado que era padre de familia. No tengo cara para decirlo, pero malditos hombres.
Diego ya estaba pálido y sudoroso.
─Tranquilo socio. Tu secreto morirá conmigo.
─¿Las mujeres no pueden quedarse calladas?
─No si no las vuelves a llamar. Hubieras buscado mi ayuda para asesoramiento de cómo quitártela de encima, al menos. Alba igual se iba a enterar y consecuentemente yo lo haría.
Creo que la estimulación había sido apropiada, al menos la siguiente pregunta que hizo me lo confirmó.
─Dices que es mejor saber la verdad, ¿cierto?
─¿Vas a demorarte mucho más en hablar? Porque no voy a sacarte la información con cuchara, socio.
Mi corazón latía aceleradamente. No sabía por qué creía que imaginaba qué era lo que Diego tenía para decirme.
─Tengo amigos en todos lados, y uno de ellos está en el grupo de Albita. Y bueno, no es el mayor fan de Sergio.
Lo sabía.
─Es que sólo a Alba se le ocurre ser amiga de ese idiota. Continúa.
─Ellos siempre están juntos. Después de las clases de la mañana van a desayunar, hacen todos los trabajos juntos, en la hora del almuerzo ellos van a casa de una tía de Sergio o la mamá de Alba los invita a la casa. Y él la va a dejar de noche. No sé si lo sabías.
─Claro─ respondí de inmediato.
Pero no. Yo no tenía ni idea.
─Bueno, la semana pasada fue el cumpleaños de Sergio, el martes.
Alba me había mentido. No estaba de guardia, estaba de fiesta con el imbécil ese. Mi corazón se contrajo en un puño.
─Ya.
─Y lo que me dijeron fue que Alba y él no fueron a clases en todo el día.
Las palabras no podían describir cómo me estaba sintiendo. Alba y yo nos vimos el domingo, tuvimos sexo post guardia y no hizo ningún comentario. Por algo sería. Yo me sentía como un idiota por confiar en ella, dolido, devastado...
─Yo no digo nada, socio. Yo sé que Albita te quiere y que debes de tenerla muy feliz, pero que no se te duerma el diablo. Sergio te la va a quitar si no haces nada al respecto.
Ese era el problema. Alba y yo aún no podíamos consolidarnos, y para hacer todo peor, me estaba ocultando cosas. Y yo a ella. Esto no pintaba bien.
─¿Puedo preguntarte algo?
─Dime.
─¿Sergio hizo una fiesta el sábado?
─Sí, pero Albita no fue. Creo que estaba de guardia.
El sólo hecho de pensar que Alba había estado con Sergio y al día siguiente conmigo me causaba náuseas. Eso no podía estarme pasando a mí.
─Júramelo.
─Socio, si quisiera mentirte, no te habría dicho nada de esto. No quiero que le hagas una escena a Alba, no es lo que busco. Quiero que te estés más atento como para que no te vean la cara. Sería lamentable.
Sería lamentable que no matara a alguien ahora mismo después de enterarme de esto.
─No te preocupes, daré asunto a este inconveniente.
Yo me sentía como un imbécil pregonando a los cuatro vientos que había formalizado, que era mi novia y que le hacía el amor. Me sentía como un imbécil porque claramente yo no tenía ni idea de qué diablos hacía ella todo el día mientras yo me la pasaba en casa pensándola y extrañándola y esperando que fuera el fin de semana. Traicionado era la palabra adecuada. Tenía una sensación de ardor en el pecho como ninguna otra, como si algo ahí dentro fuera a explotar. El enojo que sentía era incalculable, y muy difícil de mantener impasible.
─Gracias socio, eres un buen amigo.
Se despidió de mí y yo estaba hecho una furia. Le marqué de inmediato al celular y la cité en mi departamento. No me iba a ver la cara. Ese día la tercera guerra mundial se desataría.
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Otra Forma de Lograr que me Ames
RomanceNadie más en el mundo que me mire con sus ojos color marrón y me sacuda la existencia. Todo lo que había vivido con ella, todas las excusas, todos los errores, todo lo que estaba por venir, era otra forma de lograr que me ame.