XV.
"Porque he estado tanto tiempo triste / que ahora la felicidad me parece una taza de café ardiendo, / que no voy a saber llevar hasta una mesa / sin arrojarla y quemarme las manos." – Dacrifilia.
Me gustaba llamarla por su nombre. Me gustaba tocarle el pelo y la cara. También me gustaba mucho besarla. Me gustaba verla en camisetilla blanca y pantaletas. Me gustaba no buscar cosas que no me gustaran de ella. No lo haría nunca más con nadie.
Porque aprendí con Alba que enamorarse de los defectos de una mujer era un callejón sin salida, una sentencia de muerte. Los defectos son para siempre, por lo tanto amar los defectos de alguien es encadenarse a ella toda la vida. Quién más que yo lo sabía.
Elena está preparando nuestro desayuno. Está en mi habitación de la residencia del hospital aunque está prohibido. Mi compañera de cuarto y ella intercambian puestos todas las noches que tenemos guardia. Funciona para todos.
Elena preparó huevos revueltos y plátanos y está dándome de comer en la boca. Me sonríe y está radiante. Había olvidado esa sensación de provocar en una mujer más sonrisas que lágrimas. Era glorioso.
Conocí a Elena hace poco. De hecho, fue la primera persona que habló conmigo cuando empecé el Internado. Y por hablar me refiero a que me gritó porque había llenado mal unas recetas del paciente de la cama cuarenta y tres. Me dijo que si acaso era mi primer jodido día y yo le respondí que sí. Luego le hice alguna broma acerca de su temperamento y ella estalló en risas a pesar de que la vena en la mitad de su frente aún estaba enfadada conmigo.
Desde ese día está loca por mí.
Elena es enfermera. Tiene veinte años y está haciendo el Internado en el mismo lugar que yo, pero ella ya mismo lo termina, le quedan tres meses. Me enseñó todos los trucos de ese hospital y todas las mañas que tenía que saber para sobrevivir.
Elena es muy caritativa y cuida con mucho esmero a los pacientes. Les trata como si estuviera cuidando a su abuelita enferma, esa abuelita que siempre nos defendía de mamá.
En mis ratos libres, aunque no son muchos, me escapo del área en la que esté rotando y voy hasta donde ella para observarla. Verla hacer su trabajo me llena de paz. Fue creciendo entre nosotros un cariño muy especial.
Elena es de Capeira, un pueblo que está a media hora de Santana. Después de más de un año viviendo tantas cosas en la ciudad, ya no podía decir de mí que era "extranjero". Viaja el fin de semana donde su familia y regresa los lunes muy temprano por la madrugada. Elena es muy puntual y cumplida.
La residencia de los enfermeros está algunos edificios apartada del de los médicos. Pero como mi compañera de cuarto tiene algún asunto con el compañero de cuarto de Elena, hicimos un intercambio que nos viene bien a todos y que no altera el equilibrio del sistema.
Recuerdo que después de la última vez que vi a Alba di los exámenes de fin de ciclo. Dos meses después ingresé al hospital para empezar el Internado. Alba hace el suyo en otro hospital. No tengo idea de qué será de la vida del infeliz de Sergio. El día siguiente fue mi cumpleaños pero Alba no me llamó. La pasé muy solitariamente, hasta que diez minutos antes de terminar el día, Elena me regaló un cupcake con un cerillo encendido sobre él y se disculpó por haberme gritado el día anterior.
Elena es una mujer muy dulce.
Cuando me vi a mí mismo intentando conquistarla con las viejas tácticas, me di cuenta que estaba demasiado cansado para forzar algo que de todas maneras iba a pasar. Así que dejé las frases trilladas por conversaciones junto a la fuente, la metodología estudiada y precisa por charlas sobre las vacaciones y la familia. Y las largas noches de alcohol y música ruidosa por historias de Alba y sobre mis sentimientos hacia ella.
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Otra Forma de Lograr que me Ames
RomanceNadie más en el mundo que me mire con sus ojos color marrón y me sacuda la existencia. Todo lo que había vivido con ella, todas las excusas, todos los errores, todo lo que estaba por venir, era otra forma de lograr que me ame.