4.5

13 0 0
                                    

Bajé mi mano hasta su clítoris y lo masajeé en círculos. Alba cerró los ojos.

─Mírame, mi amor. Yo... te quiero con toda mi alma. Déjate ir por lo que sientes. Deja que el pacer te consuma. Sé... mía.

Cuando sentí las paredes de Alba comprimirse en torno a mi miembro, fue como ser disparado al cerebro. El placer que me estaba proporcionando envió un escalofrío que recorrió mi espalda en toda su longitud. Los gritos y gemidos de Alba absorbieron todo el ambiente, y cuando acabó, estaba tendida en la cama, rendida y absolutamente relajada.

Salí de ella y me acerqué a abrazarla. Permanecimos en silencio, pero ella lo rompió.

─Eso fue... wow. Como ver estrellas.

─Eso me han dicho─ dije, con suficiencia. Le besé la nariz.

─Te quiero, amorcito mío. Estuviste fenomenal.

Alba se incorporó a medias para observarme, y vio que aún me encontraba... duro.

Me tumbó en la cama y se arrodilló frente a mí. Yo no necesitaba que Alba hiciera eso. No quería terminar en su boca. Quería terminar dentro de ella, cuando nuestros cuerpos se entendieran y se aprendieran. Además, no quería que fracasara en su intento, que de seguro lo haría.

La sostuve de inmediato de los hombros y la levanté.

─¿Qué pasa?

─Nada, amor. No tienes que hacerlo.

─P-pero quiero.

Alba estaba reacia en su decisión, e intentaba constantemente acercarse a mi miembro.

─Alba, para. No vas a poder.

Finalmente se cansó y se alejó de mí. Luego se cubrió con la sábana.

─No te pongas así.

─¿Cómo quieres que me ponga? Mi novio no me deja hacerlo terminar porque cree que no soy competente.

─¡No dije eso!

─No necesitas hacerlo, ya lo sé. Te aburrirás y buscarás a Doris, eso quieres.

No tenía por qué meter a Doris en esto.

─Sigue reclamando tonterías, eso hará que me corra más rápido, adelante. Deberías agradecer que no soy un cerdo que te obligaría a hacerle un oral en contra de tu voluntad. Que te quiere, te respeta y se tomó su tiempo para estimularte y ayudarte a entregarte porque cometió el estúpido error de enamorarse de ti.

Probablemente no debí decir eso. Alba me miró como luce un animal herido. Me sacó a empujones de mi habitación y cerró la puerta.

Fue cuando decidí ir al cuarto de mamá y analizar lo que estaba pasando. Fue cuando recogí las cosas de la cena y cuando regresé a mi habitación y fui rechazado.

Después de pensarlo mucho, no iba a dejar que me botara. Intentaría enmendar mi error y comunicarme mejor con ella. Lucharía, como ella lo había hecho desde hace tanto.

Forcé la cerradura y abrí la puerta. Alba estaba recogida abrazando sus piernas y sollozando en silencio.

─No te quiero ver.

─Vas a tener que hablar conmigo. Alba, perdóname. Fui un imbécil.

─No. No te quiero perdonar.

Me acerqué a su cuello y aspiré de él. Alba olía a sexo y era algo exquisito. Le di besos cortos e hice caminos a lo largo de sus hombros, intentando que me diera un espacio. Era todo lo que necesitaba.

La desarropé y entré en la cama a su lado.

─Necesito que me perdones, no me porté bien.

─Me lastimaste.

─Lo sé. Pero no me entendías y me salí de mis casillas. No es el sexo lo que me une a ti. Es mucho más. Y no te voy a dejar porque quiero seguirlo intentando, no te voy a dejar porque te quiero más de lo que nunca quise a nadie y no lo quieres entender. Raquel hacía que me corriera e igual no pude quererla, y Doris es una prostituta que sabe hacer el sexo. No te puedes comparar con ellas, no son tus rivales. Te pido que me entiendas, como yo lo hice. No que me obligues a nada. No creo que funcione así. De todas formas estuve mal y te pido perdón, por última vez.

─N-no sabía que querías... terminarme adentro.

─No importa. Por favor, déjate querer. No es tan difícil. Llegarás donde quieras, pero con paciencia.

Alba se abrazó de mi pecho y empezó a jugar con mis vellos. La tenía desnuda y fundida con mi piel. La sentía más tranquila, y eso me aliviaba.

─¿Por qué?─ le pregunté, ella sabía a qué me refería.

─N-no lo sé. Mi ex me cogía diez o veinte minutos, se corría y luego me dejaba a un lado. Por más que le rogaba que me atendiera, no lo hacía. Mauricio hacía lo mismo conmigo. Ya luego con el amigo de Eugenia y con el primo del ex de María José me quedé así, si se puede decir de esa manera. Los dos últimos intentaron hacer algo por mí, pero yo ya me sentía... rota.

Por eso quiso prolongar tanto este momento, al igual que yo. La abracé con todas mis fuerzas y entrelacé su mano con la mía. Luego me la llevé a los labios y deposité un beso en ella.

─¿Es el primer orgasmo vaginal que tienes?

─Sí─ contestó, tímidamente.

Le di un beso en los labios, profundo, duro. A veces me tenía que poner un poco en su lugar, en su inexperiencia. En su falta de confianza en sí misma. Ahora mismo mataría a todos esos infelices, a todos los que vieron en ella un objeto sexual y no la joya que en verdad representaba tener su amor. Por hacerla creer que ella sólo servía para tirar y que ni siquiera merecía ser complacida. Los odiaba a todos.

─Me alegra haberte hecho el amor. Es la primera vez que lo hago, y que me da tanto gusto llamarte mía.

─Quiero que confíes en mí, Julián. También te estabas reteniendo, algo no te dejaba entregarte por completo.

─Dame tiempo.

─El que quieras, pero tenme paciencia. Habla las cosas conmigo antes de decirme que es una estupidez enamorarte de mí.

─Perdón.

─Oye, te amo. Y me desviviría por hacerte feliz.

─Que me ames y que sigas vivita es todo lo que necesito.

─Durmamos desnudos y abrazados. Es todo lo que quiero─ me dijo.

Y no volvimos a cruzar ninguna palabra.

─Te amo─ le susurré, cuando me cercioré de que dormía.

Otra Forma de Lograr que me AmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora