****
Los meses hasta que terminó el internado se fueron volando. Veía a Alba entre semana cuando ella a veces regresaba a pasar con su familia o cuando yo viajaba los fines de semana para pasármela amarrado a sus piernas en la arena.
Los padres de Alba aceptaron de a poco la relación que tenía conmigo, aunque jamás del todo conformes. Era obvio que adoraban a Sergio y habrían preferido que Alba se casara con él y no que se juntara conmigo, con quien según ellos, no tenía ningún futuro.
Lo que importaba en todo esto, era que la salud mental de Alba había mejorado considerablemente desde la última vez que había convivido con ella. Sus padres parecían haber resuelto sus diferencias, se reconciliaron y volvieron a vivir juntos. Era lo que correspondía, ya que los hermanos de Alba ya no vivían con ellos porque habían hecho sus vidas y su única hija prácticamente ya no pasaba en casa.
Sea miedo a la soledad, miedo a la enfermedad o a lo que fuere, cualquier enemistad quedó olvidada porque eran lo único que le quedaba al otro en la vida.
En la medida en que pasaran los años, siempre me preguntaré si ese es el fin inevitable de toda relación –la costumbre–, o si acaso el amor tan fuerte que sentía por Alba duraría toda la vida. Esperaba que fuera así.
─Te tengo una sorpresa─ me dijo.
─¿Ah sí?
─Sube a mi auto, partimos en unos minutos.
Tengo que confesar que no tenía ni idea de qué habría planeado Alba para nosotros. No recordaba que fuera alguna fecha especial o que tuviéramos algo que celebrar. Era todo muy raro. Como fuera, Alba regresó pronto, se subió al auto, se colocó el cinturón de seguridad y arrancó la máquina.
─Me sentiría más seguro si fuera manejando yo.
─No puede ser, porque no sabes a dónde vamos.
─Me puedes ir indicando...
─¿Este eres tú diciendo que no confías en mis habilidades al volante?
─Este es Julián no queriendo morir en un accidente automovilístico─ dije y sonreí nerviosamente y Alba entornó los ojos.
─Cierra el pico.
Alba no manejaba mal, pero tampoco como para ir mirando al paisaje sin sentir un pequeño infarto de tanto en tanto. Se olvidaba a veces de meter los cambios y tenía un pésimo sentido del equilibrio.
─Aunque se te haga difícil de creer, no me he chocado jamás.
─Será que la buena gente a tu alrededor es prudente...
─Deja de burlarte.
A mitad de camino supe a dónde nos dirigíamos. La visita a ese lugar me hacía muy feliz. En cuanto lo descubrí, le sostuve la mano que permanecía en la palanca de los cambios y la apreté sutilmente.
─Muchas gracias─ y le brindé la más sincera de las sonrisas.
─Es parte de la sorpresa.
─Me harías más feliz si dejas que maneje yo al regreso.
Y reímos.
Tenía casi tres meses sin visitar a Astrid y cuando vi su pequeño rostro sonreírme a la distancia lo primero que hice fue correr hacia donde se encontraba. La abracé con todas mis fuerzas y la alcé en el aire. Ella rio mientras le daba vueltas y le decía lo mucho que la había extrañado.
─Enana...
─Grandote...
Alba observaba entretenida la escena y fue hasta entonces que me di cuenta que Astrid había dejado a un lado un par de maletas antes de mi abrazo. Eran las mejores noticias del mundo.
─Pero, ¿cómo?
─No podía perderme la graduación de mi doctor. Además después de eso te vas a la Rural y quién sabe cuándo volvería a verte.
─Enana...─ repetí y volví a abrazarla. Verla tan tranquila, tan sobria y tan segura de sí misma me llenaba de una felicidad que no había sentido antes.
─¿Te volviste corto de palabras o qué?─ se burló.
─No me hagas dejar de extrañarte tan pronto...
Firmé unos papeles del alta de Astrid y agradecí el trato maravilloso que le habían dado a mi hermana. Regresamos al auto y corrí hasta el asiento del conductor. Para que las chicas fueran más a gusto conversando, o lo que les sirviera de buena excusa.
─Vamos al supermercado del centro.
─¿Y eso?
─Sorpresa hermanito. Sorpresa.
Alba y Astrid iban conversando como las dos mejores amigas. Creo que a Alba le hacía mucho bien ser tan cercana a mi hermana, no lo entendía completamente, pero se sentía fantástico. Iban molestándome, gastándome bromas y en completo complot en contra mío. No paramos de reír en todo el camino.
Ya dentro del supermercado, Astrid fue por un carrito de compras y se deslizó entre los corredores habilidosamente cargando toda clase de ingredientes y productos. Hace meses, yo no imaginaba a Astrid siquiera tomar una olla entre sus manos para hervir agua. Empezaba a comprender cuántas sorpresas me llevaría.
Alba pagó la cuenta y nos dirigimos hasta mi casa, que por cierto, estaba convenientemente sola. Mis papás estaban de viaje por un negocio que habían reiniciado en Santana y Roberto estaría con alguna novia nueva.
─Ahora ve a la sala de estar, enciende la televisión y mira algún partido de fútbol o lo que quieras. La siguiente parte estará lista en por lo menos dos horas─ me dijo Alba y me entregó una hielera con un montón de hielo y cervezas dentro.
─No las voy a molestar ni aunque se incendie la cocina.
ESTÁS LEYENDO
Otra Forma de Lograr que me Ames
RomanceNadie más en el mundo que me mire con sus ojos color marrón y me sacuda la existencia. Todo lo que había vivido con ella, todas las excusas, todos los errores, todo lo que estaba por venir, era otra forma de lograr que me ame.